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28 jul 2011

¿Y si al final de todo me hiciera homeópata?



Después de varias entradas hablando de homeopatía y expresando todos los argumentos que he podido aglutinar e incluso después de ir a la TV3 a hablar acerca de las terapias alternativas sigue escribiéndome gente, tanto por las redes sociales como por correo para explicarme que a ellos les funciona y que estoy equivocado (a veces estoy incluso muy equivocado).

Es decir, después de explicar todo lo explicado y demostrar que no hay lógica por donde coger a la homeopatía, sigue habiendo gente que cierra los ojos a las evidencias mostradas, algunas científicas y otras que nos hacen recordar la química del instituto, y confirma que, sea como sea, funciona.

Pues bien, como en Catalunya la sanidad está a punto de desmoronarse (después vendrá el resto de España, pero aquí parece ser que hemos querido ser pioneros), pues ya hay hospitales cerrados y EREs en camino en los que aún permanecen abiertos, y dado que parece que el futuro es la privatización de la sanidad y ninguno tenemos el puesto asegurado, he pensado que podría abrir mi propia consulta de algo que domino un poco: ¿y si al final de todo me hiciera homeópata?

En el programa de TV3 al que acudí hace una semana pude escuchar a una homeópata decir que hay cerca de 6.000 homeópatas titulados y trabajando a la luz y otros 6.000 titulados (o no, porque total, da lo mismo), trabajando “en negro” (yo diría que se refería a España).

Algunos de ellos serán personal sanitario y otros no, pero a día de hoy, como la homeopatía no está regulada, puede ejercer quien quiera. Tú te montas una consulta en tu casa (que parezca una consulta, porque si parece tu casa igual queda feo), pones abajo en el portal una placa con tu nombre y “Homeópata” y ya está. A esperar que vayan viniendo.

Yo soy enfermero y podría poner “Enfermero homeópata”, que me distinguiría como alguien que tiene más estudios que muchos de los homeópatas con consulta, sin embargo, como la gente cree que los homeópatas son médicos (no todo el mundo lo piensa, pero muchos sí), casi me iría mejor no poniendo nada.

Mis tarifas

Soy una persona sensata y de igual modo que no me gusta que me estafen no me gusta estafar a los demás. He pensado que podría tener unas tarifas un poco más bajas que el resto de homeópatas, aunque no mucho más, porque podrían pensar que sé poco.



Pensándolo mejor, creo que cobraré un poco más que los demás y así la gente pensará que sé mucho. Lo que haré es, de vez en cuando, regalar alguna visita: “María, hoy no le cobro, que estoy muy contento por cómo le está funcionando la medicación a su hijo y para mí eso es lo primero… venga cuando quiera”. Así me aseguro que volverán y me aseguro también los turrones en Navidad (ya sabéis, la gente para Navidad suele regalar cositas a las personas que les hacen sentir bien).

Medicando, que es gerundio

Todos saldrán con algo: gránulos, glóbulos, pomada… lo que haga falta, pero que sea homeopático, claro. A la gente le encanta sentirse bien tratada y les gusta sentir que te preocupas por ellos y por sus hijos, así que tiene que parecer que me interesa la salud de las personas. Les diré, de vez en cuando: “para esto prefiero de momento no darte nada… vamos a esperar a ver si se le soluciona porque creo que con un poco de suero para los moquitos y un poco más de agua lo arreglaremos” y si la cosa no va bien, pues medicamentos al canto: “mira, creo que está yendo a peor. Casi mejor le damos esta disolución y… no, espera, vamos a por todas, venga, disolución 30 CH… no suelo utilizarla en niños porque me gusta ser más precavido, pero esto no le hará ningún daño y seguro que logramos que su cuerpo responda”.

Pero por si acaso, que vayan al médico

La medicina que todos conocemos y la homeopatía son incompatibles. Repito: son incompatibles.

Muchos homeópatas, para abarcar más radio de acción, se están sumando al carro de “las terapias complementarias”, para decirle a la gente que no tiene por qué elegir entre una y otra cuando puede utilizar las dos.



Sin embargo es un sinsentido, porque la homeopatía trata las enfermedades con las sustancias que provocan los síntomas que uno padece y la medicina convencional lo hace, normalmente, utilizando un contrario.

Si un niño tiene fiebre lo lógico es darle un medicamento que baje la fiebre. La homeopatía, en cambio, ofrece como solución una sustancia que aumenta la temperatura corporal, pero diluida hasta el infinito (y más allá).

No tiene sentido que alguien le de a un niño paracetamol para bajar la fiebre y que acto seguido le dé Belladona, que la provoca. Por eso no entiendo que haya médicos homeópatas o pediatras homeópatas, a menos que estén haciendo la misma reflexión que yo: estás un rato con la gente, les atiendes, les escuchas como nadie lo hace (casi nadie quiere escuchar los problemas de los demás, sino contar los propios), les haces sentir importantes y luego te sacas una pasta por darles caramelitos de azúcar y agua.

Entonces, como yo estoy en el grupo de profesionales que creen que lo que cura de verdad es la medicina convencional y como no me perdonaría que a alguien le sucediera algo por venir a mi consulta, haré lo que hacen algunos homeópatas (traidores de Hahnemann y sus postulados, traidores de la homeopatía), que es permitir que ambas medicinas coexistan.

Si me llama una madre y veo que el niño está chungo, le diré que vaya al pediatra, pero que luego venga a verme para darle algo que le suba las defensas y algo para paliar los efectos secundarios del jarabe que le ha dado el pediatra. Esa visita la cobraré baratita… que no se sienta estafada, que me vea como ese ángel salvador que piensa en los niños y en su bienestar y no en llenarse la cartera.

Y si me vienen a la consulta y veo lo mismo, que la cosa está difícil y que la salud del niño corre riesgo (otitis, laringitis, bronquitis,…), haré lo mismo: “mira, esto puede curarse con homeopatía, pero tardará mucho y el niño lo va a pasar mal… ya sabes que la homeopatía a veces es muy lenta. Te recomiendo que lo lleves al pediatra y te voy a dar algo para complementar ese tratamiento y algo para evitar los efectos secundarios”.

¿Cómo lo veis?

Como veis está todo ya bastante pensado… voy dándole vueltas a ver cómo podría ser la consulta y de qué color tiene que ser la bata, que es importante. De momento ya tengo cinco títulos de Boiron, que es más de lo que tienen muchos homeópatas que ejercen (y eso que me los saqué todos en una mañana). Tres de ellos los habéis podido ver a lo largo de esta entrada.

¿Qué os parece? ¿Me hago homeópata? Total, ya me sé todos los argumentos a favor y en contra, así que estoy preparado para todo, hasta para los escépticos que no creen en la homeopatía y a los que les interesa dejarla mal porque detrás hay unos intereses económicos de las grandes farmacéuticas bestiales… ¿no dicen que el mejor policía es aquel que fue ladrón?

Publicado originalmente en Bebés y más.

14 jun 2010

¿Cuándo deben empezar a estudiar inglés los niños?



De un tiempo a esta parte la mayor parte de los padres están solicitando que sus hijos aprendan inglés desde una edad temprana en los centros escolares.

El motivo debe ser (creo yo) el ofrecer a los pequeños la oportunidad de aprender un idioma que la mayoría de adultos desconocemos y que supondría un plus a la hora de comunicarnos con otras poblaciones y de entendernos en un mundo cada vez más global.

Por todos es sabido que los niños tienen una capacidad de aprendizaje asombrosa y es por eso que se está adelantando la edad en que reciben clases de inglés. Sin embargo cabe hacernos las siguientes preguntas: ¿Es esto adecuado?, ¿Cuándo deben empezar a estudiar inglés los niños?

La Unión Europea considera que aprender idiomas a una edad temprana puede ser muy beneficioso para los niños. En un estudio presentado en el 2006 concluyeron que al aprender nuevos idiomas desarrollan su competencia lingüística, asimilan mejor todas las lenguas (incluida la materna) y conocen otras culturas y modos de pensar que pueden ayudar en su desarrollo general.

El conocimiento de otros idiomas, y en particular del inglés, permite a las personas comunicarse con otras gentes y obtener información que hasta ahora ha estado “vetada” para los españoles, simplemente, porque desconocemos la lengua.

Un niño puede aprender sin problemas una segunda (o tercera) lengua desde pequeñito y, aunque suelen tener más problemas para iniciar el habla, pronto diversifican las palabras según la lengua que estén hablando.

Ahora bien, un niño puede aprender inglés de forma natural si tiene esa lengua como un idioma familiar (que lo hable el padre o la madre), si vive en un país donde hablen el idioma durante un par de años o más, si es cuidado por una canguro que habla inglés durante varias horas al día o si asiste a un colegio en que se impartan gran cantidad de materias (por no decir la mayoría) en esta lengua.

En cambio, un niño progresa muy despacio con el modelo de enseñanza actual en que los niños reciben una o dos clases de inglés por semana.

La misma UE, en el estudio que comento, afirma que “la evidencia sugiere que para el aprendizaje temprano, para que sea adecuado, no puede dejarse solamente en manos de los profesores y las escuelas”.

Os cuento una vivencia personal: En una visita a un colegio hace un año cuando buscábamos cole para Jon nos explicaron que los niños iniciaban las clases de inglés a los 4 años. Una madre se quejó al director de la escuela de que no empezaran a los 3 años, pues su hija iba a perder la continuidad de las clases de inglés que había iniciado en la guardería. A mí se me quedó cara de pajarito, claro.

El director respondió que la realidad es que este año empezaban inglés a esa edad por petición de los padres (antes empezaban en primaria), pero no porque aprendieran realmente demasiado.

En un estudio publicado hace dos años y realizado por la Universitat de Barcelona valoraron el nivel de inglés alcanzado en niños que habían iniciado las clases a los ocho años y en niños que habían empezado a los once años. El resultado fue que los de once años tenían un mayor nivel tanto en escritura como en conversación.

La directora del estudio concluyó que “en condiciones de inmersión los niños pequeños son como las esponjas, que absorben la lengua a su alrededor. Pero en condiciones de aprendizaje escolar su contacto con la lengua es tan reducido que no pueden absorberla”.

Resumiendo: aprender inglés es beneficioso para el léxico general de los niños, ayuda al conocimiento de otras culturas y permite entender la información que nos llega desde la mayor parte de rincones del mundo y, cuanto antes se empiece, mejor. Sin embargo para aprenderlo se necesita vivir con el inglés, como si fuera un idioma más con el que comunicarse.

Las clases semanales que tanto están solicitando los padres y que tanto publicitan algunas escuelas no son el método adecuado para aprender inglés.

Personalmente no veo ningún problema en que los niños pequeños hagan inglés si estas clases son divertidas y las hacen jugando, pero si no son así casi preferiría (yo, personalmente) que aprovecharan sus altas capacidades de aprendizaje para jugar (y aprender jugando).

Más información: Europa.eu, David Kornegay, Universitat de Barcelona

16 abr 2010

Estoy viviendo una regresión



Seguro que a muchos de vosotros/as os suena qué es una regresión.

Se trata de una palabra muy utilizada cuando se habla de los niños, que viene a definir la situación que se da cuando un niño empieza a hacer cosas que hacía tiempo que ya no hacía.

El ejemplo más claro es cuando un niño que ya controla los esfínteres, empieza a orinarse de nuevo encima o, cuando ya ha superado la época de las rabietas, las inicia de nuevo.

El motivo es variado. A veces es el nacimiento de un hermano, el inicio del cole, mamá que empieza a trabajar, un destete dirigido, etc. En definitiva, el motivo de que un niño haga una regresión suele ser un cambio más o menos importante en la vida y lo hacen porque con ello tratan de volver a un momento anterior en el que todo estaba como ellos querían, tranquilos, seguros, con la atención completa de mamá.

Bien, pues yo estoy viviendo mi propia regresión, aunque a nivel adulto y sin la importancia de las que he comentado con los bebés: me he comprado los Casio de hace 20 años!!!

Casio ha vuelto a fabricar los modelos que llevábamos en los 80-90 y no he querido pasar la oportunidad de hacerme con tres de ellos. Uno es el que encabeza la entrada, plateado, modelo Illuminator (que tiene luz toda la pantalla y la bombillita que daba luz desde el lateral izquierdo en los modelos anteriores), el típico negro que veis abajo y uno de los relojes calculadora.

Me he vuelto retro o estaré viviendo una regresión... lo cierto es que los llevo en la muñeca y me siento nostálgico.

Fijáos hasta donde llega mi regresión, que estoy a punto de comprar un Nokia 8210...

Por suerte la regresión es barata. Los relojes que comento no pasan de los 30 euros, y el Nokia, tampoco.



4 mar 2010

Inauguramos nuestro super huerto



Bueno, llamar super huerto a lo que hemos hecho es pasarse un poco... incluso llamarlo huerto es pasarse. La realidad es que hemos hecho realidad uno de los sueños que teníamos hace tiempo, plantar algo.

"Pues sí que os conformáis con poco", pensaréis. Pues sí, es que somos así de simples. Desde hace un tiempo quería plantar cositas que luego pudiéramos comer y como tenemos un poco de espacio en la terraza hemos puesto una jardinera con tierra y hemos plantado nuestras primeras plantas: dos plantas de fresas.

Me hace especial ilusión porque además de ser uno de los peores cocineros del mundo (soy tan malo que trato de no entrar en la cocina) soy uno de los peores jardineros del mundo. Vamos que le dije al hombre: "Usted dirá qué necesito..." y el hombre, "pues tierra, plantas, una jardinera y algo con que echar agua" (yo creo que le caía la gota por detrás y pensaba menudos pardillacos...

Así que para no quedar muy mal decíamos "¿y qué podríamos plantar? Es para los niños, que vean un poco cómo crecen los alimentos", y el hombre nos dijo seguro y conciso: "Fresas".

Normal, fresas, una planta silvestre que yo creo que no se muere ni a patadas. Sin embargo la idea de las fresas (que Miriam ya llevaba en mente) era fabulosa. Los niños saben qué son las fresas, les gustan (bueno, Aran todavía no las come) y, como digo, resisten mucho.

Así que, al día siguiente, nos pusimos manos a la obra. Os dejo algunas fotos:

Aplanando un poco la tierra...



Regando las plantas tras plantarlas:



Y ya que estábamos, plantando lentejas y cosas por el estilo:



Lo mejor, la cara de Aran. Felicidad absoluta abriendo y cerrando ventanas:



Finalmente, el experto dando los últimos retoques:

27 ene 2010

Las más bonitas canciones infantiles para nuestros hijos (I)



Un día me dediqué a hacer una recopilación de canciones compuestas para los bebés y los niños para Bebés y más. Hoy la he estado repasando y aquí os las dejo para que las disfrutéis.

Over the rainbow. Esta canción es de finales de los años 30 y formó parte de la banda sonora de la película El mago de Oz. Cuenta con muchísimas versiones, tantas que es difícil elegir una. Por este motivo me quedo con dos.



Over The Rainbow, de Connie Talbot, una niña que cautivó al Reino Unido con su voz en el programa Britain’s got talent.



Over The Rainbow, de Israel Kamakawiwo Ole, a ritmo de ukelele. Seguro que la tenéis oída por ser una versión bastante actual.

Bendita tu luz – Maná.



Bendita tu luz, de Maná. Esta es una de las canciones míticas a la hora de montar vídeos de bebés… La he oído en varios de ellos y yo mismo la he utilizado.


Respiras y yo – Kesia.



Respiras y yo, de Kesia. Otra canción conocidísima para muchos padres actuales. Narra la “aventura” de nacer.

Peinas el aire – La Caja de Pandora.



Peinas el aire, de La Caja de Pandora, una emotiva canción para un bebé (sé de una que llora al oírla).

My baby you – Marc Anthony.



My baby you, de Marc Anthony es una muy bonita canción dedicada a su hija Arianna. Lo cierto es que siempre me ha gustado la voz de este cantante.

Your song – Elton John.



Your song, de Elton John, es todo un temazo. Muchos la conoceréis por la película de Moulin Rouge, con Ewan McGregor cantándosela a Nicole Kidman.

Carlota – Melendi.



Carlota, de Melendi, dedicada a su pequeña.

What a wonderful world – Louis Armstrong. Esta canción me pone los pelos de punta así que merece estar aquí sin ninguna duda. Como con Over the Rainbow, tiene varias versiones, dejo la original, cantada por el autor y una versión preciosa de Israel Kamakawiwo Ole, de nuevo a ritmo de ukelele.



What a wonderful world, de Louis Armstrong



What a wonderful world, de Israel Kamakawiwo Ole. Ya os había dicho que es preciosa.

Lullaby – Johannes Brahms. Si un día te pidieran que tararearas una nana, seguro que sería ésta. Creo que todos hemos dormido alguna vez escuchándola. Os dejo una versión instrumental y otra cantada por Celine Dion, muy bonita.



Lullaby, de Johannes Brahms



Lullaby de Johannes Brahms, por Celine Dion

Esos locos bajitos – Joan Manel Serrat.



Esos locos bajitos, de Joan Manel Serrat es ya un clásico y a pesar de ser de hace tiempo, dice unas cuantas verdades útiles aún hoy en día (aunque lo de “domesticarles” me suena un poco mal).

Vos sabes – Los Fabulosos Cadillac.



Vos sabes, de Los Fabulosos Cadillac es otra de las canciones más utilizadas a la hora de hacer vídeos de bebés (o al menos yo la he oído mucho en YouTube).

Tan poquita cosa – Pasión Vega.



Tan poquita cosa, de Pasión Vega es una preciosa canción de una cantante con una voz muy personal. Ella no tiene hijos todavía, pero si afirma que imagina que tiene que ser tan maravilloso como cuenta en la canción.

Espero que os gusten y os emplazo a una nueva entrada con más canciones de aquí a unos días. Si conocéis otras de este estilo que creáis que merecen formar parte de esta recopilación, no dudéis en decirlo, es probable que en mi labor de “investigación” me haya dejado alguna.

Escrito originalmente en Bebés y más.

Foto: La mano de Jon y la mía, hace 3 años.

6 nov 2009

¿Hasta qué punto debemos hacer campañas solidarias de juguetes?



Arranca estos días la II Campaña Anual “Niños Solidarios” de Imaginarium en colaboración con la Fundación Antena 3 y Mensajeros de la Paz, que se basa en enviar desde los países occidentales juguetes a aquellos países en vías de desarrollo (los países pobres, vamos), en época de Navidad y Reyes.

Los niños tienen que decorar una caja de zapatos en la que meterán el juguete o juguetes, especificando si es para niño o niña, y llevarla a Imaginarium entre el día 1 y el 14 de Noviembre.

A simple vista suena todo muy bonito, sin embargo a veces me pregunto (quizá me esté haciendo viejo o mal pensado): ¿Hasta qué punto debemos hacer campañas solidarias de juguetes?

Hace tiempo que los occidentales sufrimos una gran enfermedad que consiste en creernos el ombligo del mundo. Creemos que todo lo que hacemos, todo lo que tenemos y el modo en que vivimos es el mejor posible, el más avanzado y al que deberían aspirar el resto de mortales.

Todo el que no vive como nosotros, o es una persona extraña y antisocial, o no tiene recursos para vivir de esta manera, sino parece difícil de entenderlo.

El caso es que, aunque parezca mentira, los niños de los países pobres, sonríen y comparten probablemente más de lo que lo hacen nuestros hijos. Aprenden a ser felices a pesar de todo y aprenden a vivir con lo que tienen, porque no pueden tener más y porque, simplemente, no necesitan mucho más.

Es por eso que el mensaje que damos a nuestros hijos: “vamos a mandar juguetes para los niños pobres, que no tienen dinero para comprarlos” me resulta algo chocante, primero porque no se qué puede hacer un niño con según qué juguete europeo (un coche de plástico rojo, un juguete que vaya a pilas o un action man, por poner algunos ejemplos…) y segundo porque los niños de los países en vías de desarrollo no necesitan estos juguetes para ser felices.

Los nuestros tampoco



Cierto, nuestros hijos tampoco necesitan juguetes para ser felices, sin embargo, en la sociedad en la que viven, es impensable que un niño crezca sin juguetes.

No existe el gen juguete, no nacen necesitando cosas materiales. Somos nosotros y nuestra sociedad de consumo los que imponemos, poco a poco, la necesidad de tener bienes materiales y la necesidad de desearlos.



Los niños sin recursos de los países pobres no tienen esta necesidad porque son capaces de jugar y divertirse sin juguetes (o lo hacen con los que ellos mismos se construyen) y es por este motivo que me parece incluso cruel poner un granito de arena que ayude a hacer sentir a estos niños que para ser felices necesitan tener juguetes como los nuestros.

Pero los niños tienen que aprender a ser solidarios ¿no?



Por supuesto, pero los niños no tienen que ser solidarios con los países pobres para lavar la imagen de los adultos que no lo somos, y menos si con esta solidaridad creamos necesidades en aquellos que no las tienen o si con ello hacemos creer a nuestros hijos que nosotros somos felices gracias a lo que tenemos y que ellos son infelices por no tenerlo.

Se puede ser solidario de cien maneras diferentes. No hace falta enviar cosas a otros países, sino mirar en cualquier esquina de nuestras grandes ciudades para encontrar personas con necesidades.

Voy más allá, no hace falta ni siquiera buscar al mendigo que pide en cualquier esquina, sino mirar a nuestros familiares más cercanos, a nuestros vecinos, a nuestros conocidos, a nuestros amigos y a los desconocidos porque son múltiples las situaciones en que alguien puede necesitar nuestra ayuda (sea echar una mano, sea ofrecer un hombro en el que llorar, sea ofrecer un oído para escuchar, sea…).

Así, empezando desde nuestro entorno más cercano nuestros hijos pueden aprender lo que es la solidaridad.

Binta y la gran idea



Binta y la gran idea es un corto relacionado con este tema que pertenece a una película realizada por Unicef titulada “En el mundo a cada rato“ que llega fácilmente al corazón porque es precioso y porque ayuda al occidental medio a conocer cómo viven los niños en los países pobres.

Está dirigido por Javier Fesser y formó parte de los preseleccionados para los Oscars. Os recomiendo que lo veáis, porque es maravilloso y porque ayuda a ver el hemisferio sur desde otro prisma.

La persona que me recomendó esta película me comentó que sus hijos de 5, 8 y 12 años la habían visto con ella y al parecer se originó en su casa un amplio debate en que aparecieron las palabras “necesidades”, “playstation”, “ropa de marca”, etc. Lo mejor es que dicho debate surgió de sus hijos y no de ella.



La buena vida



Os recomiendo también este cuento de Tony Mello que ayuda a pensar sobre este tema:

Enzo, un rico comerciante de Puerto Ayacucho, visita a las comunidades indígenas del alto Orinoco y se horroriza cuando ve a Orawë, indígena Yanomami tumbado tranquilamente en su chinchorro (especie de hamaca), mascando tabaco.

- ¿Por qué no sales a pescar? – le pregunta Enzo.

– Porque ya he pescado bastante por hoy – le contesta Orawë.

– ¿Y por qué no pescas más de lo que necesitas? – insiste el comerciante.

– ¿Y qué iba a hacer con ello? – pregunta a su vez el indio.

– Ganarías más dinero. De este modo podrías poner un motor fueraborda en tu canoa. Entonces podrías llegar lejos en el río y pescar más peces. Y así ganarías lo suficiente para comprarte una red de nylon, con lo que obtendrías más pescado y más dinero. Pronto ganarías para tener dos canoas y hasta dos motores y más rápidos… Entonces serás rico, como yo.

– ¿Y qué haría entonces? – preguntó de nuevo el indígena.

– Podrías sentarte y disfrutar de la vida – respondió el comerciante.

– ¿Y qué crees que estoy haciendo en este momento? – respondió satisfecho el indio Orawë.



Conclusión



La iniciativa es muy loable. Me parece maravilloso tratar de que los niños aprendan lo que significa la palabra solidaridad, sin embargo no me parece correcto hacerlo a costa de “trastocar” la paz y la felicidad de aquellos niños que no necesitan juguetes para sonreír creándoles la sensación de que para ser más felices precisan de cosas así.

Podemos mostrar a los niños cómo ser solidarios y cómo compartir actuando nosotros como personas solidarias con aquellas personas de nuestro entorno que necesitan de nuestra ayuda en algún momento. Sólo hace falta abrir un poco los ojos y la mente para buscar los momentos y las infinitas posibilidades que aparecen a diario para prestar nuestra ayuda.

Foto: Flickr (Graham Crumb)
Publicado originalmente en Bebés y más.

24 oct 2009

El olfato del bebé y el olor de una madre



Hace un tiempo Miriam, mi mujer, me sorprendió con una pregunta: "¿Tú recuerdas el olor de tu madre como algo especial?" Y yo, que destaco por tener una increíble carencia de olfato sólo pude responder que "no" (con cara de bobo).

Sin embargo esta conversación se amplió con otras personas y muchas coincidieron en que sí recordaban el olor de su madre y que este recuerdo, el oler prendas de sus madres u olerla a ella directamente les producía un sentimiento de calidez y de seguridad.

Sería algo así como volver a la infancia, a recordar aquellos momentos en que teníamos mucho tiempo libre, pocas preocupaciones y a nuestra madre siempre que necesitábamos un rincón de intimidad, de apoyo y de cariño.

Lo cierto es que la lógica de este fenómeno tan “animal” es aplastante. Los niños nacen con un olfato muy desarrollado y superior al que tenemos los adultos. Este nivel de desarrollo se explica desde la necesidad de asegurarse un alimento adecuado lo antes posible.

A las 24 horas de haber nacido (que es cuando les hicieron los estudios, por lo que quizá sea antes) los bebés son capaces de mostrar rechazo a ciertos alimentos en base a su olor.

Es tal el instinto de supervivencia que se aferran al olor de su madre como si les fuera la vida (bien, de hecho, prácticamente les va la vida). Para que veáis unas muestras de sus capacidades os dejo algunos ejemplos:

  • Si una mujer se lava uno de los dos pechos, el bebé preferirá mamar del que mantiene el olor corporal de su madre, el que no ha sido lavado.


  • Si a un bebé se le coloca a un lado un objeto con el olor de su madre y al otro un objeto con el olor de otra mujer el bebé gira la cabeza hacia aquel que preserva el olor de su madre. En este caso hablamos del olor de su madre, no exclusivamente del olor a leche materna.


  • Cuando un bebé amamantado tiene hambre de noche, es capaz, aunque no tenga luz, de dirigirse al pecho y empezar a mamar guiado por su olfato.


Una vez sus capacidades motrices van perfeccionándose y el resto de sentidos van cogiendo protagonismo el olfato se va perdiendo por desuso.

Los peligros reales de hoy en día que puedan ser detectados con el olfato son pocos, y por ello el resto de sentidos, probablemente más utilizados, adquieren mayor relevancia.

Por la importancia del olor de una madre en la primera etapa de la vida, la recomendación, tanto para el padre como para la madre, y sobretodo para ella, es la de evitar colonias y perfumes que añadan artificios al olor natural de la piel.

De esta manera el bebé tendrá una impronta en forma de olor que recordará durante mucho tiempo (como veis incluso hasta la edad adulta), ese olor de madre que le proporciona seguridad, calidez y amor.

Publicado originalmente en Bebés y más.

12 oct 2009

Por cierto, la operación pañal fue un éxito



A mediados de agosto publiqué la entrada "Operación pañal v.2" y, como suelo hacer a menudo, no expliqué nada de la evolución que había llevado el tema (mala cabeza la mía).

Así que hoy voy a hablar de ello.

La operación pañal v.2 tuvo muy poca historia. Teníamos planeado llevarla a cabo en vacaciones, pero en la playa, y sin querer lo empezamos a hacer unos días antes.

Me dio por dejar a Jon desnudo totalmente por casa (recordad que era verano, Julio para ser más exactos) porque pensé: este año prefiero coger cositas del suelo que sacarle el calzoncillo y restregarlo todo por las piernas, guarrada impresionante a mi modo de ver que además a Jon le cabreaba un montón (a nadie le gusta cagarse encima).

El caso es que desnudo como iba y sin pañal, decidimos dejarle hacer... no tardó en mearse en el suelo y no tardé en encontrar un "señor mojón" en el puzzle de goma-eva de su habitación.

"Uy, Jon, mira, un pipi", "Uy, Jon, mira, una caca... venga, lo recogemos y lo echamos al water... si quieres otra vez podemos poner el reductor y lo haces en el water".

Dicho y hecho. Los siguientes pipis y las siguientes cacas fueron en el WC a voz de "quiere el retuctooó" (Jon sigue hablando de sí mismo en tercera persona, jijiji - me hace gracia, lo siento...).

Esto hizo que pasáramos más de un mal rato, porque estuvimos en Port Aventura, comiendo en sitios públicos, y como él no se quería hacer pipi ni caca encima pedía el "retuctó" cada 5-10 minutos... Y ale! ahí que iba su papa con la bolsita y el reductor dentro lavabo por lavabo a ver si hacía caca o pipi.

- ¿Pero tienes caca?
- Sí.
- Vale, pues venga.

Y ahí no salía nada. El tío apretando y no había manera...

Poco a poco fuimos conociendo el modus operandi, y a la caca le precedía una especie de baile extraño en forma de saltos y carreritas varias. Entonces le preguntábamos "¿quieres el reductor?" y respondía "sí, retuctó"...

Desde ese día en que hizo caca en el puzzle, sólo se le ha escapado la caca una vez, en Julio, un día que no llegamos a tiempo al WC. El pipi se le ha escapado dos veces, una pocos días después de empezar y la otra hace dos días, que le vino un ataque de tos mortal...

La noche fue también un éxito. A mi me daba más miedo quitárle el pañal de noche, porque durmiendo todos juntos sería un follón cambiar sábanas y no me hacía gracia que se despertara Aran, pero Miriam me convenció porque hacía tiempo que el pañal de Jon estaba seco por las mañanas.

Así que lo quitamos también a los pocos días y voilà, culito seco, culito sano cada mañana (no me extraña, hay días que no mea al levantarse, sino a las 11 de la mañana... eso hace que pueda pasar cerca de 13 horas sin mear... será un X-MEN?)

Con todo no puedo más que decir que la operación pañal ha sido un éxito rotundo, sobretodo porque no hemos hecho casi nada. Simplemente dejarle que viera qué era un pipi en el suelo y qué era una caca en el suelo y qué podía hacer para que no fuera a parar ahí, sino a un lugar más higiénico, el WC.

Una vez hace caca, saludamos al señor (o señores) mojón: "hola señor mojón" (y él a veces les llama señora mojona, jajajajja) y luego nos despedimos de ellos "al río!!!"

Explicar esto me hace engordar 10 o 20 kilos de orgullo hacía mi hijo y de orgullo hacia mí mismo. El año pasado este tema produjo diversas discusiones familiares y muy poca gente llegó a entender que cediéramos y le volviéramos a poner el pañal.

¿Qué conseguimos?

Pues evitar que lo siguiera pasando mal después de un mes de hacérselo encima, de llorar cada vez que le pasaba, de andar detrás suyo a todas horas para que hiciera pipi o caca y permitirle a él mismo, un año después, manejar el tema.

Está claro. La maduración llega tarde o temprano y sólo hay que ayudarles (en nuestro caso porque empezaba el cole) para que escuchen un poco a su cuerpo.

Si están preparados, es coser y cantar. Si no lo están, no tiene sentido.

Yo ya lo dije y no me hicisteis caso.

Yo no soy así. No soy de los que recuerdan un hecho y dice "¿ves? yo ya lo dije", demasiado tímido, supongo, así que hoy lo haré mediante el blog: yo ya lo dije, no había prisa, aún faltaba un año para que empezara el cole y no había necesidad de marearlo...

10 oct 2009

Qué es la pedagogía Waldorf: entrevista a Christopher Clouder



La pedagogía Waldorf fue fundada en 1919 por Rudolf Steiner y desde entonces existen cientos de escuelas que siguen esta metodología en todo el mundo. Christopher Clouder es el presidente de la Federación de Escuelas Waldorf y fue entrevistado hace dos años en La Vanguardia.

La idea fundamental es que la educación debe respetar y apoyar el desarrollo fisiológico, psíquico y espiritual del niño. Para conseguir un buen desarrollo intelectual debe existir una base emocional sólida.

La enseñanza se divide en septenios (ciclos de siete años), siendo el primero el comprendido entre los 0 y los 6 años. Clouder comenta que en esta etapa el aprendizaje viene a través del juego. Los objetivos se centran en estimular los sentidos y la imaginación y en fortalecer la voluntad de cada niño.

Los niños necesitan sentirse arropados y seguros para poder desarrollar sus virtudes: "Cuando ellos saben que los adultos a su alrededor respetan esos talentos, pueden hacerlos florecer", comenta.

Lo más importante en esas edades es que los niños sean niños: "Hay mucho tiempo para ser adulto y muy poco para ser niño". Esto quiere decir que juegan y aprenden con el movimiento, dejando un poco de lado la típica disposición de las escuelas tradicionales en que los niños aprenden sentados en una silla.

Si en esta etapa prima el juego sobre todas las cosas muchos padres y lectores se preguntarán: "¿Y cuándo estudian?". La respuesta es que lo hacen a partir del segundo septenio, es decir, en el primer período no les enseñan a leer ni a escribir aunque eso no quiere decir que se desatienda esta faceta: "A través del juego se les dan las capacidades del lenguaje para que en la siguiente etapa aprendan rápidamente a leer y escribir. Lo fundamental es que perciban que aprender es una experiencia alegre, así pasan a la segunda etapa con muchas ganas de aprender."

Desde la pedagogía Waldorf tratan de permitir que los niños tengan desafíos en la educación desde una perspectiva integral. Tan importante es el qué se aprende como el cómo se aprende y por eso otorgan especial importancia al crecimiento personal y al establecimiento de un buen grado de empatía.

Para que los niños sean felices y para que se establezca un clima de cooperación y de sentimiento de grupo formado por personas de igual valía cada "niño debe competir consigo mismo, no con sus compañeros, esa educación emocional les da seguridad y capacidad de colaboración."



Clouder habla también de un problema acuciante en la infancia actual como es la hiperactividad y/o el déficit de atención y lo achaca a que "convertimos a los niños en consumistas. El consumo, por definición, nunca se satisface, siempre hay algo mejor, y los niños son muy vulnerables a eso" y a que tienen "demasiadas obligaciones. La tensión de medirse con los otros y la que soportan por un suspenso es un drama en su vida".

En referencia al importantísimo papel de los padres en la educación de nuestros hijos comenta que "ser padre hoy día es difícil, porque la extensión de la familia tradicional se ha perdido y con ella la diversidad de modelos. También han perdido el contacto con la naturaleza, que es muy nutritiva para ellos. Mi consejo sería que los padres sean conscientes de que sus hijos necesitan naturaleza y tiempo, porque la palabra que más oyen es corre. Einstein decía que si quieres que tu hijo sea sabio, cuéntale historias; y si quieres que sea más sabio todavía, cuéntale más historias. Cuéntenles a los niños historias cada día, cuentos y más cuentos de hadas".

"¿Por qué no habrá una escuela así donde vivo?"

La filosofía de trabajo de las escuelas Waldorf se asemeja bastante a la empleada en Finlandia, de la que se ha hablado en Bebés y más. No aprenden a leer ni a escribir hasta los siete años y si a algún niño le cuesta le permiten empezar a hacerlo incluso a los ocho. Puede resultar paradójico, pero los finlandeses son los que mejores resultados académicos obtienen según el informe Pisa (España está en el puesto 35 de los 57 países participantes).

El objetivo de ambas es que los niños crezcan los primeros años sentando unas bases emocionales sólidas que hagan crecer el amor por uno mismo y por los demás.

Más adelante, una vez se dan cuenta de su importancia como personas y como seres individuales (autoestima y confianza en sí mismos) comienzan a aprender, de esta manera empiezan a leer cuando son capaces de entender lo que leen y más importante aún, cuando tienen el interés y la curiosidad de hacerlo.

Publicado originalmente en Bebés y más.

Fuente: El blog alternativo
Más información: Asociación de Centros Educativos Waldorf, Centro de Formación de Pedagogía Waldorf
Foto: Flickr (SergioDJT)

7 oct 2009

¿Estás seguro de que quieres que tu hijo aprenda música?

Ve el video en el sitio original.



Lo siento por los niños que hicieron esta "versión", pero más lo siento por los que la tuvieron que escuchar.

He reído hasta llorar...

Fuente: No puedo creer que lo hayan inventado

4 oct 2009

Vídeo: los niños son nuestros maestros



Cada día que pasa lo tengo más claro. Los niños vienen al mundo para enseñarnos a los padres y no al revés. Los niños son nuestros maestros. Este vídeo de la marca de pañales suiza Liberto nos lo muestra.

Nos empeñamos en hacer que aprendan a ser como queremos que sean, en hacerlos sufrir a menudo sin necesidad para que aprendan que la vida es dura y que el mundo es un lugar inhóspito en que cualquiera puede traicionarte a la que le das la espalda.

Queremos que aprendan que no se puede tener todo aquello que desean y pensamos que cuanto peor lo pasen ahora más se amoldarán al futuro que les espera.

Sin embargo, como digo, creo que la historia debe ser al revés. Estoy de acuerdo en que la sociedad en la que vivimos no es lo preciosa y bucólica que nos gustaría pero nos equivocamos al querer enseñar a nuestros niños a conformarse con ella como si se tratara de algo inamovible o irreparable porque ellos tienen el poder para formar una sociedad diferente.

Los niños vienen con el contador a cero, llenos de bondad y de ganas de vivir. Ellos son nuestra oportunidad para cambiar y ellos son los que nos tienen que enseñar a nosotros a ser mejores personas, más responsables y comprometidas con el resto, más sinceras y humildes. De nosotros depende estar preparados para escucharles y aprender.

En esta realidad en que vivimos, capitalista y encamada, enferma de la tan escuchada crisis, en este mundo del marica el último y del "tomate" en que un don nadie puede cobrar por una entrevista el montante que alimentaría a un país africano durante un año, cada vez que nace un niño llega una oportunidad de mostrarnos que algo falla.

Los niños no vienen con un pan bajo el brazo, ellos vienen con una fábrica de harina entera. La pena es que los adultos creemos que realmente sólo llevan un pan y se nos queda duro demasiado pronto.

Fuente: El blog alternativo
Publicado originalmente en Bebés y más.

25 sept 2009

Análisis de la realidad actual



De un tiempo a esta parte se está levantando una tremenda alarma social porque los niños hacen lo que les da la gana y porque los adolescentes son delincuentes en potencia que maltratan a profesores y a padres.

Lo cierto es que no creo que esta generalización sea justa, porque seguro que antiguamente había casos de este tipo, pero la vergüenza o la falta de registro de estas incidencias hacía que no hubiera constancia de ello.

Sin embargo una cosa no quita la otra y recientemente me veo en la tesitura de defender mis creencias y mi estilo de crianza ante quien dice que cuando les dejas hacer lo que quieren, pasa lo que pasa.

El problema es que criar a un niño con respeto, apego y afecto es mal entendido por la sociedad, que observa una relación padre-hijo en que los padres dejamos a los hijos que hagan lo que a ellos les de la gana, y no es cierto.

Estoy de acuerdo en que no educar a un niño es un gravísimo error, obviar las normas sociales y familiares y no transmitírselas a los niños es casi sentenciar nuestro futuro y el de nuestro hijo, que merece unos padres que le guíen en el camino de la vida.

Hasta ahí creo que todos estamos de acuerdo, ahora bien, hay maneras de educar tan simples como pasar mucho tiempo con ellos y establecer relaciones de confianza en las que la palabra y las miradas lo dicen todo. Sólo con levantar la ceja ya pueden entender que "esto ahora no toca" o ponerse en cuclillas y hablarles sobre porqué no se puede hacer eso en ese momento y explicarle otras cosas que sí se pueden hacer es otra manera.

Pero para que una relación así se lleve a cabo hace falta mucho contacto y mucha relación.

El problema de hoy en día, para mí, no es bien bien que los niños hagan lo que quieran. El problema es que no existe esa relación de confianza con los padres, porque los padres pasan muy poco tiempo con sus hijos, y cuando están con ellos, o están pensando que "a ver cuándo empieza el cole" o "a ver si se duerme y me pongo una peli" o vete tú a saber qué...

Así los niños crecen sintiendo que les falta algo y no saben muy bien qué y algunos aún saldrán medio bien, pero muchos otros, que se habrán hecho a sí mismos pues sí habrán hecho lo que han querido y cuando han querido, serán lo que sus padres nunca habrían querido que fueran.

En una relación estrecha, con un fuerte vínculo, con comunicación, con afecto, cariño y comprensión, dedicando tiempo a dialogar, cediendo en ocasiones, no cediendo en otras, explicando las cosas, lo que se espera de ellos y dejándoles ser ellos mismos también, cabe la posibilidad de dejar manga ancha, porque como tú eres su ejemplo, tienden a hacer lo que tú haces y, como siempre estás ahí, ante cualquier adversidad te intentan explicar lo que les pasa y tú intentas comprenderles (las rabietas no dejan de ser eso, intentos de explicar algo, que la gente tiende a ignorar para que no se repita, cuando lo que hay que hacer, precisamente, es animarles para que nos expliquen el por qué de la rabieta).

Dicho de otro modo, en una relación así los niños pueden hacer prácticamente lo que quieren y cuando quieren, hasta que los padres, que estamos ahí para guiarles, decimos "Eps, hasta aquí". Unas veces se lo toman bien, y otras mal, pues cuando se lo toman mal les ayudamos a entender por qué es hasta aquí, que normalmente hay una explicación más plausible que el "porque lo digo yo".

Poco a poco, con los "hasta aquí" van aprendiendo hasta donde pueden llegar, pero no sólo con los "hasta aquí" sino observando los "hasta aquí de papá y de mamá", pero para observarlos, hay que estar con ellos y como digo, hoy en día, los niños no están con ellos, porque están en la guardería, en el colegio o en las extraescolares, o en casa con la abuela una semana porque papá y mamá se van de vacaciones, que tienen que desconectar.

21 sept 2009

Periodo de adaptación ¿sí o no?



Hace una semana que los colegios y las guarderías (éstas antes) volvieron a abrir sus puertas a los niños y niñas. Muchos de estos niños ya habían ido años anteriores al colegio o a la guardería y muchos otros no lo habían hecho nunca.

Tanto si hablamos de guardería como si lo hacemos de escuela, hay centros que optan por realizar un periodo de adaptación (yo diría que la mayoría) y otros que no lo hacen. Muchos padres piensan que les va bien y otros piensan que no se consigue demasiado o que “oye, la vida es así”.

Hace escasos días hablaba con una compañera de trabajo de este tema, pues mi hijo el mayor empieza este mes el colegio y hará tres días de adaptación. A mí me parece necesario y lógico, sin embargo ella pensaba que lo único que se conseguía era que lloraran más días (algo así como alargar el sufrimiento por hacerlo poco a poco).

Desconozco qué experiencias tienen otros papás y otras mamás, pero en la escuela donde mi hijo está matriculado comentaron que el primer año no hicieron periodo de adaptación, que muchos niños estuvieron el primer día las ocho horas que se suman si se quedan en el comedor y que fue bastante duro para los niños y profesores.

Al año siguiente probaron a hacer la entrada de manera más paulatina y el resultado fue muy diferente.

¿Qué es el periodo de adaptación?

Son unos días (o un día, depende de cada colegio) en que los niños acuden menos horas, entran con los papás y las mamás, comparten un poco de tiempo con el resto de niños y con la profesora (o profesor) y se vuelven para casa.

Poco a poco se van quedando más tiempo solos (es decir, sin los papás) a medida que se distraen más y que todos se van conociendo.

Pero hay algunos que lloran igual ¿no?

Pues sí, claro, cada niño tiene un ritmo de adaptación diferente y hay algunos a los que les cuesta quedarse solos con personas a las que conocen desde hace pocos días.

Muchos no entienden qué hacen ahí ni saben si mamá o papá volverá una vez les dejan. Poco a poco, a medida que van cogiendo seguridad y que se van dando cuenta que mamá vuelve a buscarles y que les llena de besos al recogerles los llantos suelen ir remitiendo.

Ya, pero la vida es así... mejor que se vayan curtiendo ¿no?

Los niños pequeños son eso, niños pequeños. Seres en formación que no tienen todavía unas bases emocionales para digerir según qué sucesos. Permitir a un niño que lo pase mal “porque la vida es así” puede hacer que en vez de coger confianza y fuerza ante la vida coja temor y resentimiento.

Hay sucesos en la vida que no podemos controlar en los que los niños lo pasan mal, por supuesto. Esos son los momentos en que debemos estar cerca los papás y las mamás para ofrecer un hombro en el que llorar, un pañuelo en el que secarse o un oído para escuchar.

El resto de momentos debemos tratar de que los vivan de la misma manera que a nosotros nos gustaría vivirlos.

En este caso, si todos hacemos un periodo de adaptación en el trabajo, ¿por qué no pueden hacerlo ellos?



Pero yo no voy una hora a trabajar el primer día…

Claro, los adultos no tenemos dos ni tres años, tenemos muchos más y por tanto somos capaces de estar ocho horas en un sitio desconocido sin pasarlo realmente mal, sin embargo cuando entramos en un puesto de trabajo nuevo tenemos nuestro particular periodo de adaptación:

  • Nos presentan a los compañeros con los que vamos a trabajar. A los niños también, pero ellos no tienen la capacidad de establecer relaciones de confianza que le aporten seguridad como los adultos, por eso necesita de una figura conocida (la mamá) hasta que es capaz de estar tranquilo con el resto de personas.

  • Nos enseñan las instalaciones, los vestuarios, dónde puedes comer, etc. A los niños también, pero ellos necesitan un tiempo para descubrir ese nuevo mundo y, como toda novedad, es más fácil conocerla de la mano de alguien que nos aporte seguridad.

  • Nos explican los horarios y el funcionamiento de la empresa. A los niños también, pero es más fácil cuando lo explica mamá y cuando poco a poco se van dando cuenta que volverá.

  • Nos acompañan a nuestro puesto de trabajo y nos explican qué esperan de nosotros. A los niños, si no se les hace el periodo de adaptación, nadie de confianza les acompaña.

  • Todos nuestros compañeros (normalmente) sonríen y nos dan la bienvenida. A los niños les sonríe la maestra, el resto de compañeros, así de inicio, no suelen estar muy por la labor.

  • Estamos unos días con alguien de referencia que nos explica de manera personalizada cómo tenemos que hacer nuestro trabajo. A los niños que hacen periodo de adaptación les puede acompañar su padre o su madre. Los que no lo hacen no tienen a nadie que les aporte esa tranquilidad los primeros días.

  • Incluso cuando pasan unos días podemos seguir preguntando a esa persona de referencia, que es la que nos da seguridad y confianza a la hora de hacer las cosas. Los niños en cambio dejarán de tener cerca a mamá o papá en cuanto el periodo de adaptación se acabe.


Creo que ninguna empresa de hoy en día (que se precie) evita hacer el periodo de adaptación con sus trabajadores, básicamente porque para un buen funcionamiento, ya que pese a estar en el siglo XXI aún no somos máquinas, seguimos necesitando tener la confianza y la seguridad de que lo que hacemos está bien hecho y disfrutamos más y vivimos mejor si todo ello sucede en un ambiente conocido, agradable y cordial.

Los niños, en su corta experiencia, necesitan tener la certeza de que allí estarán bien, que no les va a pasar nada y que papá (o mamá) volverá. Si estamos unos días con ellos y nos observan en su aula tranquilos, confiados, hablando con la profesora y permitiendo su interacción con otros niños estamos haciendo que el cambio sea más fácil.

Además hay algo que me gusta personalmente tener en cuenta. Hasta los seis años no es obligatorio que un niño vaya al colegio, así que si van antes es por decisión de los papás. Nosotros en cambio tenemos que trabajar para vivir.

La vida es dura, sí, pero ellos no tienen por qué pasar por ello a edades tan tempranas, porque como digo, hasta los seis años, nadie va a ir a buscarles a casa por no haber ido al colegio ni va a faltar la comida en la mesa.

Ya que la decisión de que vayan al colegio es nuestra, lo mínimo que podemos hacer es tratar de que sea lo menos traumática posible... digo yo.

Fotos: Flickr (Krheault), Flickr (chippenziedeutch)
Publicado originalmente en Bebés y más.

7 sept 2009

El amor y el materialismo



- Mamá, ¿tú me quieres?
- Claro que te quiero, hijo, mucho. ¿No ves qué habitación tienes? ¿No ves cuántos juguetes te he comprado?
- Ya mamá, tienes razón. Entonces, ¿por qué te enfadas cuando, pidiéndote que me des tu amor, te pido que me compres algo?

Los niños piden porque les enseñamos a pedir.

Si compramos el amor de nuestros hijos, si nos tranquiliza conseguir una sonrisa con un regalo a cambio de las horas que no hemos pasado con ellos, ellos se acostumbrarán a no estar con nosotros y a pedirnos los objetos que sacian, por un tiempo, su sensación de soledad.

Así, crecerán y se convertirán en lo que nosotros mismos somos: "Comprar y comprar diciendo que responde a una necesidad" (que diría Reincidentes).

21 ago 2009

Operación pañal v.2



Cuando llega el verano, además de la operación bikini, que llevan a cabo algunos papás y mamás, se suele llevar a cabo otra operación en los niños y niñas de España (e imagino que de otros países): la operación pañal.

No es que el verano sea el momento obligado para tratar de retirar el pañal a los niños, pues se puede hacer en cualquier momento del año, pero como es en verano cuando llevan menos ropa, cuando pueden ir incluso desnudos por casa y es cuando al tener vacaciones, más tiempo estamos con ellos, suele ser un buen momento para llevar a cabo dicha operación.

He titulado la entrada “operación pañal v.2” porque este verano, en mi casa, hemos llevado a cabo la operación por segunda vez ya que el año pasado, teniendo Jon 2 años y medio, lo intentamos pero comprendimos que no estaba preparado aún.

Cómo supimos que no estaba preparado

Simple. Él no hacía mención alguna a tener ganas de hacer pipi o caca. Ni siquiera cuando ya lo había hecho avisaba de ello.

Sí retenía la orina sin problemas (desde hace más de un año no moja el pañal por las noches), pero no salía de él ir al orinal. Se hacía caca continuamente en los calzoncillos y cuando le ofrecías la posibilidad de hacerlo en el orinal parecía disimular.

De hecho os podría decir que en Junio, si hacía caca instantes antes de ir a dormir y le decías "venga Jon, que nos vamos a la cama", se subía a la cama tan campante para dormir con toda la plasta en el pañal...

En fin, todo eso es lo que conseguimos después de casi un mes, así que concluimos que no era el momento y se hizo patente la máxima que me dijo una vez una pediatra: El control de esfínteres no se aprende.

¿No se aprende?

Una vez leí en una tabla de recomendaciones para quitar el pañal que enseñar a controlar los esfínteres podía ser, en algunos casos, cuestión de varios meses.

Claro – pensé –, y si empiezas a los 8 meses puede ser cuestión de años.
El control de esfínteres es una cuestión de maduración como lo es el andar o el hablar y de igual manera que no hay posibilidad de enseñar a andar o de enseñar a hablar (en base a un entrenamiento, me refiero) no se puede enseñar a controlar los esfínteres.

Y si no se aprende ¿por qué hemos llevado a cabo la operación pañal v.2?

Buena pregunta. Pues porque en septiembre empieza el colegio y, mostrando una increíble falta de adaptabilidad con los niños y una gran falta de respeto hacia sus ritmos de aprendizaje, en el colegio los niños no pueden llevar pañal.

No es que en la escuela se considere que deban haber aprendido ya a controlar los esfínteres, sino que una o dos profesionales tienen que hacerse cargo de más de veinte niños y la manera más simple de tratarlos es igualando sus rutinas para que todos hagan lo mismo en el mismo momento y para que sean lo más autosuficientes posible.

Por suerte ya he oído hablar de alguna escuela o profesora que sí respetan el proceso madurativo y no ponen ningún impedimento a que los niños vayan con pañal al colegio.

En otras (yo diría que la nuestra es una de ellas), recomiendan que el niño lleve una muda siempre encima porque “ya sabéis que aunque controlan muy bien (creo a la directora sólo le faltó guiñar el ojo) se les suele escapar porque el colegio es una novedad importante”.

Supongo que no hace falta que diga que si mi hijo no fuera este año al colegio la operación pañal v.2 no lo habríamos llevado a cabo.

¿Cuándo controlan, madurativamente hablando, los esfínteres?

A lo largo de mi andanza como papá y como enfermero me he encontrado con casos de niños a los que se les ha quitado el pañal con 16 meses (desconozco si con éxito o no) y con niños a los que se les ha quitado a los 4 años (los menos, por el tema colegio).

Parece ser que la edad preestablecida para ello es a partir de los dos años. No es que sea una edad que nadie haya marcado como necesaria, sino que como es la edad previa a la entrada al colegio, todo el mundo la ha tomado como de obligado cumplimiento.

Podréis imaginar, por lo tanto, la de veces que nos han preguntado, con nuestro hijo de 3 años y medio: “Ah, ¿pero aún lleva pañal?”

La pregunta no me molesta en absoluto porque un “sí, todavía no controla los esfínteres” es, a mi modo de ver, suficiente. El problema es que muchos papás sienten la pregunta como un “¿aún no le habéis quitado el pañal?”, como si se tratara de un error educativo o de una muestra de dejadez paterna, cuando se trata de un proceso madurativo del niño.

Según los estudios del desarrollo psicomotor Haizea-Llevant el 50% de los niños controlan los esfínteres de día a los 30 meses (2 años y medio), el 75% a los 36 meses (3 años) y el 95% a los 42 meses (3 años y medio).

Hasta ese 95% se considera normal que no se controle y ese 5% que queda no tiene por qué ser patológico porque el ritmo de maduración de los niños es, como todos sabemos, muy variable.

En cualquier caso, como veis, hasta los 3 años y medio puede ser perfectamente normal que un niño no controle los esfínteres por el día.

Hay pediatras que incluso consideran normal el que un niño no adquiera dicho control hasta los 4-5 años.

El control de esfínteres tiene mucho de psicológico

Parece que es un aspecto básicamente físico, pero está muy relacionado con la maduración psicológica de los niños.



A medida que crecen y cumplen los 2-3 años van descubriendo que son personas diferentes a mamá o papá y que tienen la capacidad de manejar el entorno (explorando) y de interiorizar cosas de él, ya sean aprendizajes, emociones o la ingestión de comida.

Del mismo modo se empiezan a dar cuenta de que pueden exteriorizar cosas, tales como las mismas emociones, el lenguaje y de manera más física, el pipí y la caca. Así empiezan a darse cuenta de que el pañal mojado y el pañal con caca no son realmente partes de su cuerpo y empiezan a entender, poco a poco, que el pipí y la caca se separarán de él para ir a otro lado.

Al principio les asusta esa pérdida de lo que consideran “partes de su cuerpo”. Por eso se recomienda empezar con un orinal en el que puedan sentarse y tocar con los pies en el suelo (más adaptado a su tamaño, por otra parte) para que puedan levantarse, girarse y conocer lo que su cuerpo ha originado, saber dónde va a ir a parar y quedarse tranquilos al ver que a ellos no les pasa nada tras desprenderse de "una parte de sí mismos"

¿Podemos hacer algo para ayudarles?

Sí, como dije ayer viene el colegio y muchos padres vamos a intentar que el niño empiece controlando los esfínteres porque sí se les puede ayudar un poco a que lo hagan.

En Bebés y más ya se ha comentado qué se puede hacer para ayudarles a dejar el pañal así que no me extenderé demasiado, pero sí quiero dejar unas pautas que considero importantes:

• Respetar sus tiempos: Ya hemos dicho que es un proceso madurativo, así que si los que queremos iniciar el control somos los papás, porque ellos no nos lo han pedido, debemos ser muy respetuosos.

Esto significa no enfadarnos, no regañar, no impacientarnos y, si hace falta, recordarnos a nosotros mismos por qué estamos llevando a cabo tal “entrenamiento” (normalmente por presión social ya que como hemos visto es normal que un niño no controle los esfínteres hasta una edad de 3-5 años).

• Permitir su maduración psicológica: Hablando de sus hitos, de sus avances en otras áreas y permitiendo que vayan cogiendo autonomía en general.

No tiene mucho sentido tratar de enseñar a un niño a controlar por sí mismo los esfínteres si todavía lleva chupete, si no le dejamos que coma algunas cosas con la cuchara para que no se manche, si no bebe en vaso, si no dejamos que trate de vestirse o desvestirse, etc.

• Hablar del tema: Diciéndoles dónde van a parar sus excrementos, cómo lo hace papá o mamá, los animales, que conozca el nombre de cada cosa (pipí y caca), explicarle las sensaciones de estar mojado o de tener caca en el pañal, etc.

En definitiva se trata de mitigar su curiosidad y de responder a sus preguntas o poner nombre a sus sensaciones. No hace falta hacer una clase magistral del tema porque no nos atenderán y se aburrirán antes de iniciar la segunda frase.

• Dejarle elegir dónde hacerlo: Debemos poner a su disposición calzoncillos o bragas, ropa cómoda, un orinal o un váter con un escalón y un adaptador si lo prefiere y pañales.

Poner a su disposición significa informar de dónde está cada cosa y que él vaya decidiendo qué prefiere utilizar. Hay niños que controlan perfectamente los esfínteres pero cuando van a hacer caca piden un pañal porque se sienten más seguros que en el váter. Otros en cambio llevan pañal y piden el váter para hacer pipi o caca.

¿Y si realmente la cosa no va bien?

Mucha gente piensa que cuando decide quitar el pañal a un niño entra en un punto de no retorno en el que, sea como sea, tiene que acabar por controlar los esfínteres, porque volver a poner el pañal sería echar un “paso atrás”.

Lo cierto es que para dar un paso atrás antes debe haberse dado un paso adelante. Si un niño al que le hemos quitado el pañal se lo sigue haciendo encima pasado un tiempo, no avisa de que se lo va a hacer ni de que se lo ha hecho y en definitiva nos estamos dando cuenta que aún no estaba preparado no ha habido ningún progreso real. No ha habido un avance, por lo que no puede haber un retroceso.

Si nos damos cuenta de ello, le volvemos a poner el pañal y santas pascuas. Tiempo habrá de volvérselo a quitar, os lo aseguro.

Más información: Atraviesa el espejo
Fotos: Flickr (Flux=Rad), Flickr (The Wu’s Photo Land)

22 jun 2009

Negociando con Jon



Jon tiene ya tres años y medio y está en un periodo al que yo llamo "pre-adolescencia" porque empieza a ser complicado. Es la etapa del NO a todo.

Hacia los 2-3 años los niños se dan cuenta definitivamente que son seres diferentes y que actúan de forma diferente (y que tienen que hacerlo para serlo). Esto hace que en muchas ocasiones, para reafirmar su personalidad se pongan tercos y cabezones con los NOes. Esto no, esto no y esto no. Y si tú, mamá, me dices que no, pues entonces sí.

Esto nos lleva a tener que ceder en muchas cosas y a tener que reconducir muchas otras.
Son momentos muy difíciles porque normalmente generan espectáculo (en la calle) y mucha tensión a los padres, que no sabemos si agarrarlo y llevárnoslo a la fuerza, si mantenernos firmes en el NO o el SÍ o bien ceder para que el espectáculo acabe.

Lo siento, pero no tengo la receta mágica... aunque os voy a dar un ejemplo que nos pasó hace pocos días y explicaré cómo actuamos. Podriamos haberlo hecho mejor, peor, o diferente, pero en ese momento salió así.

Jon redescubrió este finde la piscina de mis suegros... hacía un año que no se bañaba en ella y ahora salta y juega como no había hecho nunca. Su obsesión fue tal que quería ir a la piscina a TODAS horas. El sábado fuimos tres veces y el domingo una vez por la mañana. A mediodía nos íbamos a venir para casa, cuando al salir por la puerta, en vez de ir hacia el coche empezó a tirar de nosotros para ir a la piscina.
Yo que no, él que sí, llorando y pataleando...

a) Cogerlo y para el coche a la fuerza... Nos vamos a casa Jon, ahora ya no podemos ir a la piscina.
b) De acuerdo hijo, dejamos los bártulos, nos ponemos los bañadores, nos bañamos un rato y luego nos vamos para casa, total es mediodía y sólo tenemos una hora de viaje, podemos esperar...
c) A ver que quieres, ver la piscina? Pues venga, vamos...Vamos a la piscina, la vemos, "Qué bien lo hemos pasado verdad? Pero ahora nos vamos a casa...otro día vendremos y nos bañaremos mucho. Adios piscina!"

Primero opté por la a). Miriam camino del coche, yo cargado de maletas y con mi única mano libre para dársela a él y Jon tirando de ella para que subiera a la piscina, pero claro, la a) suele acabar mal, porque el berrinche que pilla es enorme (además la gente se asoma a ver que pasa y espera a ver qué pasa y ver si actúas demostrándole quien manda con la a)).

Finalmente cogí la opción c) fuimos, la vimos y aunque quería entrar le convencí (pura manipulación) de que nos teníamos que ir y que volveríamos.

¿Y la b) es un error?
Para nada... unos días será b) y todos tan contentos, la vida es para disfrutarla, pero mira, auel día fue c)

¿Y a)? Pues cuando hace falta, porque va su seguridad o porque en ese momento tiene que ser a) pues no hay otra. Si podemos evitar a), mejor.

Es más recomendable para todos andar jugando entre la b) y la c). La b) es la que quieren ellos, la c) la que se obtiene mediante la negociación, por lo que es más tolerable la frustración de c) que la de a).

Además hay muchos tipos de c), pues también podríamos haber subido, haber metido un minutillo los pies en el agua y habernos ido, pero en ese momento, habiendo dejado el coche encendido con Miriam y Aran dentro y las maletas dentro, la c) era de las que me beneficiaban más a mí que a él.

Por cierto, ya lo he comentado, pero ¿os dais cuenta de cómo le manipule? Le dije: "Qué quieres, ¿ver la piscina? Pues venga, vamos a verla". No lo hice a conciencia. Podría haber sido sincero y decirle que ahora no podíamos bañarnos pero sí verla y preguntarle si quería verla y recibir su enfado y su frustración en vez de reconducirlo hacia la media verdad que le conté (él no la quería ver, bueno, sí, pero en el fondo él se quería bañar)... imagino que el factor tiempo me incitó a ello... y en ese momento no fui tan cerebral como lo soy ahora (ni tenía fuerzas para recibir su enfado).

Esto lo comento porque a diario se habla de lo manipuladores que pueden llegar a ser los niños y resulta que los padres manipulamos que da gusto... de hecho creo que aprenden de nosotros. Es más. Si un niño manipula, es un niño malo... si lo hace un padre, es un padre inteligente... algo falla en esta ecuación.

Mamá: Juanito, si te portas bien te compraré una chuche.
Juanito: Mamá, si me compras una chuche esta tarde me portaré bien.

Mamá: Juanito, no te daré el postre si no te acabas la carne.
Juanito: Mamá, si me das ya el postre me acabaré la carne.

Se os ocurren más manipulaciones paternas que se vuelvan en contra?
Por cierto, ¿sabíais que Superman ha vuelto? (Superman Returns):

17 jun 2009

Bienvenidos al planeta Tierra




Ex-E.T. – video powered by Metacafe


Cuatro estudiantes de la Universidad de Cine ESMA de Montpelier, en Francia, han creado este cortometraje de ciencia ficción bastante bueno.

En tan solo 9 minutos deja varios mensajes para que los recojamos y valoremos nuestra manera de vivir y nuestra manera de cuidar y tratar a los niños.

En el vídeo vemos un mundo perfecto lleno de simetría, de orden establecido, de “personas” viviendo vidas idénticas convencidas de que es lo mejor. Un “niño” (entrecomillo porque son extraterrestres) tiene la osadía de jugar y de salir de esa monotonía social, es decir, se atreve a actuar como un niño.

Por ello, por no ser como los demás, por tener unas inquietudes diferentes o por querer vivir de otra manera es tratado de anormal (entiéndase anormal como no normal o fuera de lo habitual), sometiéndole a varias pruebas cognitivas que acaban con una medicación para situarlo en el papel de sujeto pasivo y normal, en consonancia con la sociedad.

No he podido evitar comparar esta escena con los cientos de niños con problemas conductuales derivados de situaciones sociales o familiares que les desestabilizan (o niños con el carácter suficiente para seguir siendo niños a pesar de los dictados adultos) que son diagnosticados de Trastorno de Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) y medicados con Metilfenidato (Rubifen o Concerta), que actúan a nivel del sistema nervioso central como si realmente estuvieran enfermos.

Es algo así como una lucha para que el niño sea igual que los demás cuando él se siente diferente. Es evitar que sea único, es no dejarle experimentar desde lo que siente, es apagarle la luz.

Al final del vídeo la historia da un giro maravilloso. Todo lo que hemos visto y que hemos asociado a nuestro comportamiento en la Tierra resulta ser una especie de sub-mundo perfecto que envía a todos los sujetos distorsionantes al planeta tierra en forma de recién nacido.

Esos niños extraterrestres con necesidad de luchar por ser ellos mismos y con un fuerte carácter para defender sus convicciones son enviados a la Tierra en forma de nueva oportunidad para abrir los ojos a sus padres y a los que ya habitan en ella, para cambiar una sociedad que se derrumba (o a mí me lo parece).

Lástima que a muchos de los niños que llegan les acabamos por tratar igual que del lugar de donde vienen, perdiendo así la oportunidad de permitirles cambiar el mundo.

Fuente: Flixxy
Escrito originalmente para Bebés y más

17 may 2009

¿Dejarles que se estrellen o permitir que lo intenten?



Este es un tema que ha salido a menudo en conversaciones con compañeras de trabajo, amigos, conocidos, etc.
También lo he vivido en mis carnes como hijo y probablemente lo viviré como padre.

Por la naturaleza exploradora de los niños, por las capacidades de invención, por la ilusión de aprender y de iniciar nuevos proyectos llegan a veces momentos en que ves, como padre, que tus hijos van directos al fracaso.

“Se va a estrellar fijo” piensas y mientras tanto recuerdas el día que tú quisiste hacer lo mismo y que te estrellaste también o el día en que estabas decidida a intentarlo y te dijeron “te he dicho que no, lo hacemos por tu bien, un día lo entenderás” sintiéndote totalmente frustrada y enfadada.

Y aquí está el quid de la cuestión. ¿Intervenir o no? ¿Dejar que lo intenten o negarles esa posibilidad a sabiendas que saldrá mal?

La última vez que mantuvimos este debate, sin hacer estadísticas, había más o menos un triple empate entre el “yo le dejaría que lo intentara”, “yo evitaría que lo intentara” y el “no sabe / no contesta”.

Bien, sé que es una decisión difícil y sé que sobretodo hay que ver el carácter y la personalidad del niño en cuestión, pero me veo capaz (valiente que soy) de realizar una generalización o como mucho de decir qué pienso del tema.

“Quien no arriesga no gana” o “Al que teme la muerte la miel le sabe a hiel” son dos proverbios que resumen mi opinión al respecto.

Yo sé quién soy yo (o eso creo) y sé dónde puedo arriesgarme y dónde no, sé dónde siento miedo y dónde me siento seguro y sé hasta dónde quiero llegar y dónde prefiero parar, pero yo no soy mi hijo, yo no sé hasta dónde quiere llegar, ni dónde está su nivel de seguridad o hasta dónde se atreve a la hora de emprender nuevos proyectos o aventuras.

Con esto quiero decir que yo pude vivir una mala experiencia con algo que quise intentar y no conseguí, y que mi hijo quizá lo consiga.

Quiero decir que puede que se dé el mismo batacazo que me llevé yo, y quizá él tenga la capacidad de volverse a levantar e intentarlo de nuevo ahí donde yo tiré la toalla.

Quizás yo viví una mala experiencia que no quisiera jamás volver a repetir y ante un revés igual, mi hijo sea capaz de extraer diferentes conclusiones o transformar una mala experiencia en un aprendizaje positivo.

Los niños, como personas que son, tienen una vida que vivir y unas decisiones que tomar. Si nosotros las tomamos por ellos, jamás serán autónomos, jamás habrán aprendido a escoger.

No quiero decir con esto que los niños tienen que hacer lo que les de la gana en cualquier circunstancia. En toda casa hay unas normas establecidas y unos valores que deben ser respetados, pero los padres podemos tener la manga un poco ancha en cuanto a las elecciones de la vida porque de esta manera crecerán a partir de la responsabilidad sobre sus actos y no a partir de las limitaciones que les impongamos.

En otras palabras, creo que vale más que ellos vayan un paso por delante si así lo han decidido para que yerren y aprendan de sus errores que no que caminen un paso detrás nuestro y seamos nosotros los que marquemos su destino.