25 abr 2008

Emilio Calatayud



Hace tiempo que me recomendaron ver unos videos de Emilio Calatayud, Juez de Menores de Granada.
Desde entonces lo he visto en foros, en los apuntes de Educación Infantil de mi santa mujer, en los de Psicología de una amiga, etc. A menudo se precede de la frase "Verdades como puños" y yo, bajo mi humilde opinión, no estoy del todo de acuerdo.

Todo el mundo tiene la imagen estereotipada de un Juez como la de una persona educada, seria y con un rictus que da miedo. El simple hecho de que este hombre sea tan campechano hace que, en cierto modo, de un poco igual lo que diga, pues la gente se queda con eso: "que majo, que campechano, que cercano a la gente".

Si a eso le sumas que él mismo ha dicho que de joven rallaba entre lo legal y lo ilegal y que por tanto conoce el mal de los niños, porque lo ha vivido, pues nada más que decir. Este hombre lo SABE TODO, porque él lo ha vivido. No hay mejor policía que el que ha sido ladrón, no?

Tiene además hijos en edad adolescente... quién mejor que el padre de un adolescente para hablar de ellos, más si es este señor que está todo el día rodeado de ellos.

Si encima nos explica o sabemos que sus sentencias están dirigidas a menudo a reintegrar o reinsertar a los chavales dentro del sistema... a enseñarles a leer, a escribir, que les marca como sentencia el realizar un voluntariado que ayude a las personas que como "criminal" ha afectado, a acompañar a policías en su trabajo, etc... (Ojo! que esto no sólo no lo critico, me parece fenomenal) pues se le permite cualquier cosa, cualquier discurso a este buen hombre, aunque nos cuele algunas cosas que dan un poco de repelús. Repito, algunas cosas, ya que estoy de acuerdo con otras que explica, como sus sentencias y sus comentarios acerca de la necesidad de tratar a los niños-adolescentes conflictivos de una manera más multidisciplinar, sin excluirlo de la enseñanza y educación escolar, precisamente para integrarlo a la escuela con la ayuda de psicólogos, trabajadores sociales, maestros...

Coincido con él en que algo está pasando y que la educación de los niños y los adolescentes se “han ido de las manos” de sus padres. Pero no coincido en el diagnóstico que sugiere.

No le tiembla la voz al decir que a los niños y adolescentes se les ha llenado de derechos, cuando es lo mínimo que una persona indefensa podría tener. No se lo piensa dos veces al defender una educación paternal autoritaria que limita la democracia dentro de la familia ("el niño no quiere sopa? se nos ha ido de las manos, porque ahora van los padres y no se la dan... antes sí se comían la sopa, sopa para comer, para merendar, para cenar, y al final del día el niño se había comido la sopa") y comentando, por tanto, los deberes de los niños: "deben obedecer a sus padres, como dice la ley...". Critica el no poder hacer uso del "cachete a tiempo", tremenda barbarie abusiva hacia los niños (que no pueden defenderse) y sugiriendo que los niños, por naturaleza, son seres contaminados que debemos doblegar y dirigir para que sean personas de buen porvenir.

Y claro, yo disiento, pienso que los niños son buenos por naturaleza, pienso que saben comer lo que necesitan y de hecho son capaces de tener una dieta sana y saludable por ellos mismos, pero que las coacciones, el obligarlos y el batallar a diario con ellos les crea esa contaminación de la que se intenta huir. Les crea problemas con la comida (¿alguien hace a gusto algo a lo que le obligan, por las buenas o por las malas?), les crea inseguridades y baja autoestima (en el continuo tira y afloja de las relaciones hijos-padres, hay vencedores y vencidos, ¿quién es vencido siempre?), en definitiva, les contamina. Y no sólo eso, sino que al tipo de educación recibida se le suma que los niños pasan horas y horas de guardería, colegios y extraescolares en detrimento de contacto y diálogo con sus padres, y, como efecto secundario, falta de confianza.
Suerte que hay un porcentaje de niños capaces de mostrar resiliencia y se convierten en buenas personas, a pesar de la educación recibida.

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