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De un tiempo a esta parte se está levantando una tremenda alarma social porque los niños hacen lo que les da la gana y porque los adolescentes son delincuentes en potencia que maltratan a profesores y a padres.
Lo cierto es que no creo que esta generalización sea justa, porque seguro que antiguamente había casos de este tipo, pero la vergüenza o la falta de registro de estas incidencias hacía que no hubiera constancia de ello.
Sin embargo una cosa no quita la otra y recientemente me veo en la tesitura de defender mis creencias y mi estilo de crianza ante quien dice que cuando les dejas hacer lo que quieren, pasa lo que pasa.
El problema es que criar a un niño con respeto, apego y afecto es mal entendido por la sociedad, que observa una relación padre-hijo en que los padres dejamos a los hijos que hagan lo que a ellos les de la gana, y no es cierto.
Estoy de acuerdo en que no educar a un niño es un gravísimo error, obviar las normas sociales y familiares y no transmitírselas a los niños es casi sentenciar nuestro futuro y el de nuestro hijo, que merece unos padres que le guíen en el camino de la vida.
Hasta ahí creo que todos estamos de acuerdo, ahora bien, hay maneras de educar tan simples como pasar mucho tiempo con ellos y establecer relaciones de confianza en las que la palabra y las miradas lo dicen todo. Sólo con levantar la ceja ya pueden entender que "esto ahora no toca" o ponerse en cuclillas y hablarles sobre porqué no se puede hacer eso en ese momento y explicarle otras cosas que sí se pueden hacer es otra manera.
Pero para que una relación así se lleve a cabo hace falta mucho contacto y mucha relación.
El problema de hoy en día, para mí, no es bien bien que los niños hagan lo que quieran. El problema es que no existe esa relación de confianza con los padres, porque los padres pasan muy poco tiempo con sus hijos, y cuando están con ellos, o están pensando que "a ver cuándo empieza el cole" o "a ver si se duerme y me pongo una peli" o vete tú a saber qué...
Así los niños crecen sintiendo que les falta algo y no saben muy bien qué y algunos aún saldrán medio bien, pero muchos otros, que se habrán hecho a sí mismos pues sí habrán hecho lo que han querido y cuando han querido, serán lo que sus padres nunca habrían querido que fueran.
En una relación estrecha, con un fuerte vínculo, con comunicación, con afecto, cariño y comprensión, dedicando tiempo a dialogar, cediendo en ocasiones, no cediendo en otras, explicando las cosas, lo que se espera de ellos y dejándoles ser ellos mismos también, cabe la posibilidad de dejar manga ancha, porque como tú eres su ejemplo, tienden a hacer lo que tú haces y, como siempre estás ahí, ante cualquier adversidad te intentan explicar lo que les pasa y tú intentas comprenderles (las rabietas no dejan de ser eso, intentos de explicar algo, que la gente tiende a ignorar para que no se repita, cuando lo que hay que hacer, precisamente, es animarles para que nos expliquen el por qué de la rabieta).
Dicho de otro modo, en una relación así los niños pueden hacer prácticamente lo que quieren y cuando quieren, hasta que los padres, que estamos ahí para guiarles, decimos "Eps, hasta aquí". Unas veces se lo toman bien, y otras mal, pues cuando se lo toman mal les ayudamos a entender por qué es hasta aquí, que normalmente hay una explicación más plausible que el "porque lo digo yo".
Poco a poco, con los "hasta aquí" van aprendiendo hasta donde pueden llegar, pero no sólo con los "hasta aquí" sino observando los "hasta aquí de papá y de mamá", pero para observarlos, hay que estar con ellos y como digo, hoy en día, los niños no están con ellos, porque están en la guardería, en el colegio o en las extraescolares, o en casa con la abuela una semana porque papá y mamá se van de vacaciones, que tienen que desconectar.