9 mar 2009

El niño que no hay en tí o el sentido de la vida



"En mi casa he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir. El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta".

Pablo Neruda (1904-1973).


Argg!!!! Es tan cierto que leerlo me araña la mente, me desgarra el alma y me hace hervir de odio hacia mí mismo.
En mi fuero interno me doy cuenta que me cuesta jugar, me cuesta tumbarme a su lado porque si y permanecer jugando con Jon, me cuesta...

Cuando él está tranquilo en su habitación pienso: "aprovecho que está tranquilo para..." cuando debería decir: "voy con él, ahora que está tranquilo".

Sé que no me necesita. Puede estar tanto tiempo solo que a veces hasta me apena y voy con él. Juego un rato pero me canso, me aburro, me siento vacío. ¿Será que no queda nada del niño que fui?

Los adultos, estamos siempre tan ocupados que damos asco!!

Tantos años de lucha de la sociedad para que creciera (yo), para que madurara, para que me hiciera un adulto responsable y competente, tantos años de hacerme sentir uno más del rebaño y para nada especial... Tantos años para darte cuenta, cuando tienes hijos, que te han pasado de rosca, que has olvidado la esencia, lo que nos une entre nosotros, los valores, el juego, el compartir, la niñez, la relación...

Porque los humanos somos eso, relación. Crecemos con ella (Tarzán creció sin ella y mira cómo le fue) y vivimos necesitándola. Necesitamos relacionarnos continuamente con los demás, pero...

De lo que necesitamos a lo que recibimos hay un trecho.

La competitividad, el capitalismo, el egoísmo, la búsqueda de un beneficio constante ha hecho que las personas nos relacionemos, pero mal. No sabemos. Hemos pasado de ser sujetos a ser objetos.

Los objetos se utilizan, se manipulan, se tiran cuando no sirven o se guardan en la caja "de nunca jamás". Los objetos se compran, se venden, se rompen y se arreglan. Hoy tienen un valor y mañana a no.

Somos objetos.

Me vendo. Valgo lo que ves y mi trabajo vale tanto. Me compran.
A mí me pagan más, yo soy un objeto más valioso que tú.
A mí me pagan menos, tú vales más que yo.

Así somos, así funcionamos, dejando colgada la dignidad, lo que nos hace personas, en la puerta, al salir de casa. Qué importa qué me digan o hagan. Soy un objeto, lo que importa al fin y al cabo es que me paguen, si es a costa de sentirme vacío y de ir contra mis ideas, da igual.

¿Da igual? ¿Esto es vivir? ¿Esto es ser persona?

"Por el interés te quiero Andrés", "no te fies de nadie", "mira lo que me ha dicho esa"...

No sabemos escuchar, no sabemos guardar secretos, no sabemos contar, no sabemos relacionarnos.

No tenemos confidencias, porque no nos fiamos de nadie. No podemos ir con el corazón en la mano porque nos hacen daño.

"No me quiero volver a enamorar, por si me dejan"...

En todo este aprendizaje vital, y para que no nos hagan daño nos hemos hecho personas individualistas. Individuos. Individuales. Cómodos sólo con nosotros mismos y nuestro silencio.

En nuestra soledad y nuestra falta de relación nos sentimos cómodos y confiados, pero tristes y desdichados. Sin relación no hay vida. Nos cerramos en nosotros mismos, nos acorazamos para sobrevivir y, tratando de sobrevivir, morimos.

Vivimos sin vivir...

Es lo que nos han enseñado, es lo que hemos mamado de la sociedad, es lo que nos piden que hagamos con nuestros hijos, que se sientan desdichados, que no tengan conciencia, que no sepan relacionarse, que sean seres maleables e indefensos y que no se unan por un bien común.

Así se controla a una sociedad: Divide y vencerás.

Y hemos picado como hijos y estamos picando como padres. Yo he picado en cierto modo.

Estamos tan vacíos que necesitamos bienes externos. Estamos tan vacíos que cuando nuestros hijos nos reclaman, tenemos poco que darles, porque sentimos que todavía tenemos que acabar de llenarnos.

En vez de ofrecerles lo que nos piden (calor humano, cariño, TIEMPO) dedicamos nuestro esfuerzos en controlar sus vidas. En vez de enseñarles, les limitamos. En vez de acompañarles en la libertad les dejamos sueltos en una jaula con dos o tres puertas que dan a nuevas jaulas.

"No puedo estar contigo porque tengo cosas que hacer" significa que no puedo darte mi presencia porque tengo que satisfacerme a mí mismo primero.

Quizás un día, cuando me sienta lleno, pierda el egoísmo que me invade y deje atrás mi propia inutilidad y la poca capacidad que tengo para relacionarme con los demás (me tranquiliza al menos saber que no estoy solo, todos somos iguales) y para tratarte como mereces pueda empezar a darte y llenarte.

Ese día veré que has crecido y que todo lo que tengo para darte no te interesa. Buscarás satisfacer tus necesidades en otro sitio, en otra parte, con otra gente. Habrás aprendido que el amor no se crea de la nada y que el espacio que tenías en tu mochila para mi amor, que nunca se llenó de amor está vacío.

Me daré cuenta que no habré sido un buen padre para ti y en mi afán por evitar que le pase a nadie más le diré a mis amigos padres novatos que aprovechen, que "los niños crecen muy deprisa, tanto que no te das cuenta" y sonreirán agradeciendo el consejo desde la ignorancia de un ser vacío como lo fuera yo.

Lo sentiré por sus hijos, pues el ciclo "padre vacío de contacto y calor no llena la mochila de sus hijos" se repetirá.

Lo sentiré por mis hijos, pues yo no les habré llenado y el ciclo continuará, probablemente, con sus hijos.

Así funciona el mundo, seres imperfectos engendran seres perfectos y los hacen imperfectos para que el sistema no se derrumbe.

Mientras tanto seres imperfectos en su totalidad y faltos de valores engrosan sus cuentas bancarias riéndose de nuestras imperfecciones.

No quiero, no me da la gana.

Estoy vacío. De acuerdo. Lo sé. Lo asumo.

Necesito buscar el sentido de la vida. El sentido de mi vida.

¿Cómo voy a dar sentido a vuestras vidas, hijos míos, si aún ando buscando el mío?

Todos somos así. Los problemas de hoy en día derivan de esas carencias. El que no tiene un motivo por el cual vivir, vive, y ya está, simplemente vive y hace lo que le han enseñado a hacer o lo que ve que hacen los demás, seguir la inercia.

El que no tiene un motivo por el cual vivir se deja llevar por la corriente e intenta, únicamente, sobrevivir.

Intentaré encontrar el sentido de mi vida lo antes posible, Jon y Aran, intentaré estar ahí. De verdad.

Intentaré acabar de hacerme como persona para acabar de llenarme de valores.

Sólo así os enseñaré a vivir, porque las ideas se explican, pero los valores se enseñan.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Es una verdad como un templo, que dificil es encontrar el equilibrio entre ser tu mismo y ser padre... El tiempo que se necesita para hacer cosas para uno mismo y el que necesitamos debemos y queremos dedicar a nuestros hijos que siempre parece demasiado poco...

Pau (la mirada a través del corazón) dijo...

Armando, entiendo lo del niño que llevamos dentro pero hay magia que hará que recuperemos al niño que se abra para que podamos volver a ser niños cuando lo fuimos,
Mira yo aún no he dejado de jugar y jugar, soy un niño cuando me siento es que me encanta hacerlo,
y miro a mis primos tan encantados de tener a un primo mayor como yo
que este jugando con ellos!!
Eso si no lo cambio por nada del mundo..
Yo a mi edad sigo con ese lado infantil que saco con los niños..
pero cuando en otras ocasiones no lo hago,pero me importa más la sonrisa y la risa de los pequeños cuando sonrien llenan mas de alegría,
Armando tienes que disfrutarlos mucho porque tienes razón se pasa muy rápido el crecimiento de los niños, cuando te das cuenta que ya tienen 18 o 20 años..entonces te acordarás de lo felices q fueron en su infancia..
Aprovechalos al maximo mientras sean pequeños y te necesitan mucho porque estas tu para darles calor y mucho amor..recuerdalo siempre!!!
Un abrazo,
Pau (Uno al que le gustan mucho los niños)

Jesús Hernández dijo...

¡Cuánta verdad hay en tus palabras! Incluso los profesores olvidamos el placer de aprender y la época en que fuimos imperfectos estudiantes. Suelo ver de vez en cuando tu blog, me resulta humano e interesante.
El mío, por si te interesa talcomolosiento.blogspot.com

un saludo

Anónimo dijo...

yo creo que no he perdido a la niña que hay en mi siempre me encargo de sacarla en un momento u otro.Tambien es verdad que todavia no soy madre y quizas os preguntareis para que hablo pero tengo mis principios muy marcados y claros al igual que ese punto de locura niñez que no pienso perder nunca,ya que creo que ya es bastante complicada la vida como para encima perder esos momentos de NO LUCIDEZ que,por supuesto, intentare inculcar a mis futuros hijos.Creo que es mi deber hacerles ver la parte "divertida" de la vida y la suerte de poder vivir en unas circunstancias que muchos otros niños no tienen(ese es quizas uno de los lemas mas importantes de mi vida)y a lo que mas me aferro a la hora de plantearme que deberia enseñarles y como.Bueno estas son mis impresiones desde mi mas profunda ignorancia sobre lo de ser madre pero para mi es importante al menos el tener una base clara sobre la educacion que quiero dar en un futuro a mis hijos.Laura Cristina

Armandilio dijo...

Bueno, quizá no estoy tan mal como lo pinto...
Hace unos días me sorprendí a mi mismo corriendo y haciendo el payaso con Jon delante de todo el mundo...

"La gente te están mirando" - me dijo Miriam.

Y simplemente pensé: "pues que miren, a ver si se les alegra el día"...

Tras esto me vino a la memoria este post y me dije "qué coño Armando, tu niño sigue vivo".

Laura, no hace falta ser madre para sentir según qué cosas.

laura dijo...

ves armando!!! solo se trata de querer sacar a ese niño de dentro y no avergonzarse de ello...laura(martí)jajaja