16 sept 2013
Con todos ustedes: "Una nueva paternidad"
Rescato el blog del olvido porque este post viene a ser un poco el rizar el rizo de lo que inicié hace 6 años, más o menos, cuando empecé en este blog explicando mis aventuras y desventuras como padre. Los cambios vividos, el ver que podía y quería ser una persona diferente al llegar al mundo Jon me hizo sentir la necesidad de explicar mi manera de ver la vida, un poco para mostrar mi nueva realidad a los demás y un poco para buscar personas con un interés común, pero a través del mundo virtual, del 2.0.
Pasó el tiempo, me invitaron a seguir explicando mis vivencias en Bebés y más y acepté, obviamente, porque el fin de mis palabras no es otro que tratar de ayudar a los niños y a sus padres, no para que sean como yo, sino para que entiendan a los niños, para que sepan cómo son, para que reciban otros inputs distintos a los que reciben en su entorno más directo y para que no se sientan raros por hacer cosas que casi nadie hace, y así podría llegar a más gente.
Cinco años después, sigo allí, sigo en Bebés y más, escribiendo casi a diario y explicando aún mi manera de ver la vida, tanto como padre como enfermero de pediatría, puesto que conseguí en 2010, si mal no recuerdo. Sigo allí y como colofón, como premio o como oportunidad, junto con otros padres que sintieron que había otra manera de hacerlo, otro modo de criar y educar, escribimos "Una nueva paternidad". Un libro en el que todos nos involucramos desde el principio para aportar nuestro grano de arena, nuestra visión, nuestro objetivo, nuestras intenciones, un pedacito de nuestras vidas.
Hoy es el día en que Una nueva paternidad se presenta oficialmente. Hoy es el gran día. Hoy cualquier persona podrá conocernos y saber que los padres, los hombres padres, también reclamamos nuestro hueco en esto de la crianza porque, aunque nadie nos dejó jugar con bebés de plástico de pequeños, somos lo suficientemente cariñosos, responsables y respetuosos como para querer cuidar de nuestros hijos y romper así la cadena o la herencia que la generación que nos precede nos dejó a nosotros, esa en la que a los niños se les enseñaba con jarabe de palo.
El libro lo ha publicado Pedagogía blanca, tiene un precio de 16€ y por ahora puede encontrarse en Amazon y pronto también en la página de la editorial y en tiendas físicas. Si lo queréis dedicado por mí, podéis pedírmelo enviándome un mail a armandobastida (arroba) gmail (punto) com.
Ojalá os guste. Ojalá lo disfrutéis tanto como nosotros lo hicimos escribiéndolo. Ojalá os sirva para reafirmaros en vuestra manera de actuar, o para tener claro que, cambiando nosotros, estamos cambiando un poco el mundo.
22 nov 2011
El origen del feminismo
Se abre el telón y aparecen dos hombres con traje. Uno de ellos está sentado contando dinero y haciendo cuentas. Es mucho el dinero que cuenta, pero al parecer necesita más, quiere más.
El otro hombre se pasea por la habitación de un lado a otro, acariciándose el mentón de tanto en cuanto, con la mirada fija en los pasos que está aún por andar en un infinito camino que se repite cada pocos segundos. De repente se detiene...
- Creo que ya lo tengo.
- ¿Lo tienes?
- Sí, necesitamos más hombres. Más hombres significará más producción, más producción más producto para vender y más producto equivaldrá a más ganancia.
- Lógico, pero ¿de dónde sacamos más hombres? No queda joven mayor de 14 años sin trabajar en toda la ciudad...
- Fácil, hagamos que trabajen sus mujeres.
- ¿Qué? Pero las mujeres tienen que estar en casa, cuidando de nuestros hijos y ¡de nuestra casa!
- Sí, pero si conseguimos más hombres, o sea, más mujeres, produciremos más y ganaremos mucho más dinero. Con ese dinero podrás contratar si quieres a una mujer para que haga lo que hace tu mujer.
- Cierto... sigue.
- Tenemos que hacer que las mujeres vengan a trabajar. Si conseguimos que todas las mujeres de los hombres que tenemos trabajando vengan, duplicaremos casi la plantilla de trabajadores.
- Brillante pero, ¿qué será de los niños? Una de las cosas positivas de ser mujer es que educan a nuestros hijos.
- Les haremos creer que eso es secundario, que lo importante en realidad es trabajar y conseguir dinero. Los niños son maleables, se adaptan a todo, sabrán crecer con una cuidadora o con las abuelas, o con quien sea, ¿qué importa?
- Uff, me empiezan a sudar las manos... me tiemblan los dedos imaginando la cantida de billetes que van a tener que contar. Sin embargo, aún me queda una duda, creo que importante: ¿cómo hacemos para que vengan a trabajar con nosotros? Ninguna querrá si se lo decimos nosotros.
- Lógico, por eso no seremos nosotros los que les digamos nada. Tiene que ser una mujer.
- ¿Una mujer?
- Claro, una mujer bien vestida, joven, guapa, que denoste poder, fuerza, independencia. Una que muestre que no depende de los hombres, una que sirva de modelo, a lo que las demás quieran aspirar, a ser libres.
- Pero eso hará que quieran dejar de ser madres... y a veces hasta a mí me gustaría poder estar más tiempo con mis hijos.
- Ya, pero ¿tú de qué lado estás? Contarás tanto dinero que podrás pasar más tiempo con tus hijos si quieres. No estamos hablando de ti ni de tus hijos, sino de los de los demás. Conseguiremos que las mujeres deseen ser como esta mujer, que nos supliquen un trabajo, que nos supliquen ganar dinero para ser como nosotros. Por contrapartida, debemos conseguir que la imagen de la mujer que está en casa dando amor a sus hijos, y recibiéndolo también, se deteriore. Que se sientan mal por hacerlo, que se crean inferiores, que se sientan esclavizadas para que necesiten huir. ¡Necesitamos más hombres! Y estos hombres serán mujeres.
- Ya lo veo, lo visualizo. Ohhh, me encanta como piensas. Eres malvado y maléfico.
- Lo sé. HahahaHahaha (risa siniestra).
Desconozco si el feminismo empezó así. De hecho, ni siquiera tengo ganas de saber dónde se originó ni cómo. Lo que sí sé es dónde ha acabado la mujer y, escribiendo la precuela del presente, muy probablemente podría ser este el origen del feminismo, porque muchas mujeres feministas han acabado siendo réplicas del hombre.
Por eso yo soy neofeminista, porque una mujer debe poder elegir qué hacer en su vida, si trabajar o no hacerlo, porque tiene que poder elegir si trabajar, como si fuera un hombre, siguiendo las reglas que los hombres crearon (por eso no existe la conciliación laboral y familiar) o si quedarse en casa con sus hijos, dando eso que tanto necesitan los bebés y niños: amor incondicional a todas horas y un modelo a seguir.
28 jul 2011
¿Y si al final de todo me hiciera homeópata?

Después de varias entradas hablando de homeopatía y expresando todos los argumentos que he podido aglutinar e incluso después de ir a la TV3 a hablar acerca de las terapias alternativas sigue escribiéndome gente, tanto por las redes sociales como por correo para explicarme que a ellos les funciona y que estoy equivocado (a veces estoy incluso muy equivocado).
Es decir, después de explicar todo lo explicado y demostrar que no hay lógica por donde coger a la homeopatía, sigue habiendo gente que cierra los ojos a las evidencias mostradas, algunas científicas y otras que nos hacen recordar la química del instituto, y confirma que, sea como sea, funciona.
Pues bien, como en Catalunya la sanidad está a punto de desmoronarse (después vendrá el resto de España, pero aquí parece ser que hemos querido ser pioneros), pues ya hay hospitales cerrados y EREs en camino en los que aún permanecen abiertos, y dado que parece que el futuro es la privatización de la sanidad y ninguno tenemos el puesto asegurado, he pensado que podría abrir mi propia consulta de algo que domino un poco: ¿y si al final de todo me hiciera homeópata?
En el programa de TV3 al que acudí hace una semana pude escuchar a una homeópata decir que hay cerca de 6.000 homeópatas titulados y trabajando a la luz y otros 6.000 titulados (o no, porque total, da lo mismo), trabajando “en negro” (yo diría que se refería a España).
Algunos de ellos serán personal sanitario y otros no, pero a día de hoy, como la homeopatía no está regulada, puede ejercer quien quiera. Tú te montas una consulta en tu casa (que parezca una consulta, porque si parece tu casa igual queda feo), pones abajo en el portal una placa con tu nombre y “Homeópata” y ya está. A esperar que vayan viniendo.
Yo soy enfermero y podría poner “Enfermero homeópata”, que me distinguiría como alguien que tiene más estudios que muchos de los homeópatas con consulta, sin embargo, como la gente cree que los homeópatas son médicos (no todo el mundo lo piensa, pero muchos sí), casi me iría mejor no poniendo nada.
Mis tarifas
Soy una persona sensata y de igual modo que no me gusta que me estafen no me gusta estafar a los demás. He pensado que podría tener unas tarifas un poco más bajas que el resto de homeópatas, aunque no mucho más, porque podrían pensar que sé poco.

Pensándolo mejor, creo que cobraré un poco más que los demás y así la gente pensará que sé mucho. Lo que haré es, de vez en cuando, regalar alguna visita: “María, hoy no le cobro, que estoy muy contento por cómo le está funcionando la medicación a su hijo y para mí eso es lo primero… venga cuando quiera”. Así me aseguro que volverán y me aseguro también los turrones en Navidad (ya sabéis, la gente para Navidad suele regalar cositas a las personas que les hacen sentir bien).
Medicando, que es gerundio
Todos saldrán con algo: gránulos, glóbulos, pomada… lo que haga falta, pero que sea homeopático, claro. A la gente le encanta sentirse bien tratada y les gusta sentir que te preocupas por ellos y por sus hijos, así que tiene que parecer que me interesa la salud de las personas. Les diré, de vez en cuando: “para esto prefiero de momento no darte nada… vamos a esperar a ver si se le soluciona porque creo que con un poco de suero para los moquitos y un poco más de agua lo arreglaremos” y si la cosa no va bien, pues medicamentos al canto: “mira, creo que está yendo a peor. Casi mejor le damos esta disolución y… no, espera, vamos a por todas, venga, disolución 30 CH… no suelo utilizarla en niños porque me gusta ser más precavido, pero esto no le hará ningún daño y seguro que logramos que su cuerpo responda”.
Pero por si acaso, que vayan al médico
La medicina que todos conocemos y la homeopatía son incompatibles. Repito: son incompatibles.
Muchos homeópatas, para abarcar más radio de acción, se están sumando al carro de “las terapias complementarias”, para decirle a la gente que no tiene por qué elegir entre una y otra cuando puede utilizar las dos.

Sin embargo es un sinsentido, porque la homeopatía trata las enfermedades con las sustancias que provocan los síntomas que uno padece y la medicina convencional lo hace, normalmente, utilizando un contrario.
Si un niño tiene fiebre lo lógico es darle un medicamento que baje la fiebre. La homeopatía, en cambio, ofrece como solución una sustancia que aumenta la temperatura corporal, pero diluida hasta el infinito (y más allá).
No tiene sentido que alguien le de a un niño paracetamol para bajar la fiebre y que acto seguido le dé Belladona, que la provoca. Por eso no entiendo que haya médicos homeópatas o pediatras homeópatas, a menos que estén haciendo la misma reflexión que yo: estás un rato con la gente, les atiendes, les escuchas como nadie lo hace (casi nadie quiere escuchar los problemas de los demás, sino contar los propios), les haces sentir importantes y luego te sacas una pasta por darles caramelitos de azúcar y agua.
Entonces, como yo estoy en el grupo de profesionales que creen que lo que cura de verdad es la medicina convencional y como no me perdonaría que a alguien le sucediera algo por venir a mi consulta, haré lo que hacen algunos homeópatas (traidores de Hahnemann y sus postulados, traidores de la homeopatía), que es permitir que ambas medicinas coexistan.
Si me llama una madre y veo que el niño está chungo, le diré que vaya al pediatra, pero que luego venga a verme para darle algo que le suba las defensas y algo para paliar los efectos secundarios del jarabe que le ha dado el pediatra. Esa visita la cobraré baratita… que no se sienta estafada, que me vea como ese ángel salvador que piensa en los niños y en su bienestar y no en llenarse la cartera.
Y si me vienen a la consulta y veo lo mismo, que la cosa está difícil y que la salud del niño corre riesgo (otitis, laringitis, bronquitis,…), haré lo mismo: “mira, esto puede curarse con homeopatía, pero tardará mucho y el niño lo va a pasar mal… ya sabes que la homeopatía a veces es muy lenta. Te recomiendo que lo lleves al pediatra y te voy a dar algo para complementar ese tratamiento y algo para evitar los efectos secundarios”.
¿Cómo lo veis?
Como veis está todo ya bastante pensado… voy dándole vueltas a ver cómo podría ser la consulta y de qué color tiene que ser la bata, que es importante. De momento ya tengo cinco títulos de Boiron, que es más de lo que tienen muchos homeópatas que ejercen (y eso que me los saqué todos en una mañana). Tres de ellos los habéis podido ver a lo largo de esta entrada.
¿Qué os parece? ¿Me hago homeópata? Total, ya me sé todos los argumentos a favor y en contra, así que estoy preparado para todo, hasta para los escépticos que no creen en la homeopatía y a los que les interesa dejarla mal porque detrás hay unos intereses económicos de las grandes farmacéuticas bestiales… ¿no dicen que el mejor policía es aquel que fue ladrón?
Publicado originalmente en Bebés y más.
3 mar 2011
Al ir al médico hay que decir siempre la verdad

Las visitas al pediatra o a la enfermera suelen ser motivo de angustia y de rechazo por parte de los niños. Para que lo lleven lo mejor posible se recomienda decirles siempre la verdad.
Cuando son bebés no hay mucho problema, pues van donde les lleven sin rechistar, pero a la que empiezan a entendernos aparecen las primeras reticencias a la hora de acudir al médico.
Sobre la actuación de los profesionales con los niños hay mucho que debatir y probablemente mucho a mejorar (el trato, las miradas, el tacto,…), quizás otro día hable de ello, si a alguien le interesa.
Sin embargo hay otras cosas que pasan en la consulta que no se pueden cambiar demasiado, es lo que hay:
- No se puede ver la garganta sin el depresor o “palito” que tantas arcadas provoca (a menos que el niño esté entrenado y sepa abrir la boca y bajar la garganta, pero esto sólo lo saben hacer algunos niños mayorcitos).
- No se puede poner una vacuna sin pinchar.
- No se puede sacar sangre sin una aguja.
- No se puede suturar una herida sin una aguja y un hilo.
- ...
Muchas madres y padres engañan a sus hijos diciéndoles que van a otro sitio, que van al médico pero que a ellos no les visitará, que van al médico pero que no les pinchará, etc.
Sin ir más lejos, hace unos días entraba una mamá con su hija de 4 años para hacerle una extracción de sangre y ante el llanto de la pequeña la madre le dijo: “No llores, tranquila, que no te van a pinchar”. Un minuto después la niña tenía clavada una aguja sacándole sangre.
¿Qué sentido puede tener para una niña que su madre le diga y le repita que puede estar tranquila, que no le van a pinchar, si acto seguido se lo van a hacer? ¿A qué nivel puede quedar la confianza de la pequeña hacia las palabras de su madre?
Lo más lógico es que cada vez que acuda al médico, aunque su madre le diga que no le van a pinchar, la niña crea que sí le van a pinchar, desconfiando de su madre y temiendo a las personas vestidas de blanco.
Quizás por esto mismo hay tantos adultos hoy en día con fobia a las agujas y jeringas (quizás no).
Lo ideal es decirles siempre la verdad. No hace falta entrar en demasiados detalles, sino adaptar lo que sucederá a su capacidad de entendimiento.
Si un día toca un pinchazo o algo desagradable y se lo comunicamos así, el niño va avisado y se dará cuenta, al confirmarse las palabras de la madre, de que ha sido sincera.
Si un día la visita es más bien de rutina y no va a haber ningún procedimiento doloroso, les decimos que no le van a hacer ningún daño y se dan cuenta que es cierto, el círculo se cierra y acaban comprendiendo que pueden confiar en mamá.
Publicado originalmente en Bebés y más.
14 abr 2010
Nadie dijo que tener un hijo fuera fácil

Ya he dicho en más de una ocasión que la llegada de un hijo cambia la vida de los padres, seguro.
En mi caso personal (y como en la mayoría diría yo) el cambio fue para bien, pero el proceso fue duro, muy duro y sinceramente no esperábamos que fuera así, sin embargo nadie nos dijo que tener un hijo fuera fácil.
Vivimos en una sociedad en la que todo se exige para ayer, en la que todo aquello que suponga un esfuerzo excesivo o una recompensa demasiado pequeña tiende a ser rechazado.
Estamos en un momento en que necesitamos trabajar mucho para pagar los bienes materiales que nos facilitan la vida, esa que no podemos disfrutar porque estamos trabajando.
En este proceso o círculo vicioso hemos cambiado la caminata hasta el trabajo por el coche, los libros por las películas, el café de cafetera por uno encapsulado, los pañales lavables por pañales de usar y tirar, la esponja por toallitas, el cocido por los congelados, el Fairy por el lavaplatos…
Y en estas te plantas en el Prenatal (o similar) y les dices con una sonrisa de oreja a oreja que vas a ser padre, así, lleno de orgullo, y que vienes a comprar lo necesario y lo mejor para tu hijo.
La lista es interminable: El colchón de tres ruedas, la cuna calienta pañales, el body para calmar los cólicos, el receptor emisor para la otra habitación con capota desplegable, la mochila con aroma que induce al sueño, la esponja con cierre de seguridad,…
Y un buen día llega tu bebé y te das cuenta, poco a poco, de que has hecho el “panoli” (no os sintáis ofendidos, hablo en primera persona).
Nace en el siglo XXI un bebé que no sabe si está en el maravilloso y moderno mundo en el que vivimos o bien en la época del Paleolítico. Bueno, no me voy a ir tan lejos… no sabe si ha nacido en España o en el desierto de África.
Y tú, mi querido padre novel, acostumbrado a hacer tu vida, a vivirla con placer, a dar y recibir en igual medida (o a recibir más de lo que das), te ves de repente en la situación de tener que dar, dar, y dar y en el momento, sin posibilidad de espera.
Te das cuenta de que los mil inventos son más bien poco útiles, que el colchón de la cunita le “quema” y que acaba siempre en vuestros brazos (invento barato de resultado infalible).
Y resulta que se despierta cuando tú empiezas a coger el sueño, se duerme cuando te has desvelado y se vuelve a despertar en el momento en que sueltas el primer ronquido.
Entonces todo el mundo se ve obligado a ayudarte y te dan mil y un consejos contradictorios y tu mujer te pide que ayudes más en casa, porque el bebé está todo el día al pecho y en brazos porque en la cuna no aguanta ni veinte minutos y tú, que esperabas seguir viviendo, más o menos como antes, con ligeros cambios, ves que de ligeros tienen poco.
Te dicen que si mama tanto es que ella no tiene leche, o que su leche no es buena. El pediatra dice que no, que es normal que mame tanto porque es un recién nacido, pero la enfermera dice que si se queda con hambre que tome leche artificial.
Y llora, y todos los días a la misma hora y lo bañáis antes de dormir porque se supone que se va a relajar, pero en cambio parece que el tuyo es diferente, que se pone como una “moto”, y lo vestís y llora, y os dais cuenta de que estando todo el día en brazos llora menos, pero viene la suegra (la que sea) y dice que lo cogéis demasiado en brazos y que lo vais a malacostumbrar.
Te das cuenta de que no es tan fácil. Tú esperabas a una personita en pequeñito, que entendiera tu inexperiencia y te otorgara un tiempo prudencial para ir aprendiendo poco a poco de él (y viceversa) y te das cuenta a golpes de martillo que tu bebé es, ni más ni menos, un animal mamífero.
Eso significa que necesita la seguridad del contacto, del calor y del mecimiento. El alimento de manera casi continua, el olor de su madre, los cuidados y la disponibilidad constante.
Y ves que tú vida ha girado 180º, que no puedes hacer nada de lo que hacías antes, ni tú ni ella. Y ahí es donde debes decidir, o me tomo un paréntesis como persona y me dedico a mi bebé, a mi mujer y a mi casa, o querré abarcar tanto que al final no haré ni una cosa ni otra.
Lo siento, alguien tenía que decirlo. No es fácil. Tener un bebé es una gran responsabilidad. Es un ser dependiente en su totalidad y os necesita más que a nada.
Necesita que sepáis renunciar a muchas cosas durante un tiempo y que aprendáis a hacer de tripas corazón y de ojeras esperanza porque es una etapa, un tiempo, hasta que los pequeños mamíferos crecen y se van desprendiendo poco a poco hasta convertirse en las pequeñas personas que esperabais.
PS: Os recomiendo que os paséis, cuando podáis, por la “Tienda de las paciencias” y os compréis dos o tres de repuesto. Suelen hacer falta.
Foto: Flickr - Pedro Klien
Publicado originalmente en Bebés y más.
4 oct 2009
Vídeo: los niños son nuestros maestros
Cada día que pasa lo tengo más claro. Los niños vienen al mundo para enseñarnos a los padres y no al revés. Los niños son nuestros maestros. Este vídeo de la marca de pañales suiza Liberto nos lo muestra.
Nos empeñamos en hacer que aprendan a ser como queremos que sean, en hacerlos sufrir a menudo sin necesidad para que aprendan que la vida es dura y que el mundo es un lugar inhóspito en que cualquiera puede traicionarte a la que le das la espalda.
Queremos que aprendan que no se puede tener todo aquello que desean y pensamos que cuanto peor lo pasen ahora más se amoldarán al futuro que les espera.
Sin embargo, como digo, creo que la historia debe ser al revés. Estoy de acuerdo en que la sociedad en la que vivimos no es lo preciosa y bucólica que nos gustaría pero nos equivocamos al querer enseñar a nuestros niños a conformarse con ella como si se tratara de algo inamovible o irreparable porque ellos tienen el poder para formar una sociedad diferente.
Los niños vienen con el contador a cero, llenos de bondad y de ganas de vivir. Ellos son nuestra oportunidad para cambiar y ellos son los que nos tienen que enseñar a nosotros a ser mejores personas, más responsables y comprometidas con el resto, más sinceras y humildes. De nosotros depende estar preparados para escucharles y aprender.
En esta realidad en que vivimos, capitalista y encamada, enferma de la tan escuchada crisis, en este mundo del marica el último y del "tomate" en que un don nadie puede cobrar por una entrevista el montante que alimentaría a un país africano durante un año, cada vez que nace un niño llega una oportunidad de mostrarnos que algo falla.
Los niños no vienen con un pan bajo el brazo, ellos vienen con una fábrica de harina entera. La pena es que los adultos creemos que realmente sólo llevan un pan y se nos queda duro demasiado pronto.
Fuente: El blog alternativo
Publicado originalmente en Bebés y más.
24 sept 2009
Carreras de cochecitos

A veces leo cosas en la red que preferiría no haber leído...
"Pues si , aunque lo que os voy a contar puede que os resulte un poco ....digamos ridiculo , PERO ES TOTALMENTE VERIDICO a sido uno de mis mejores pikes que he podido tener .os cuento .....
como todos los dias llevo ami hijo ala guarderia que esta unos 15 minutos de mi casa , vamos a por el carricoche y salgo le pongo sus arnes en el jannet carrera que tiene , y vamos por la calle , delante mia iva otro padre con un carricoche ,no se ke marca pero son de esos con ruedas grandes y con 3 ruedas , bueno .... pues voy detras de el y de repente se frena en seco ,alo que yo iva comiendole el culo y le eskivo haciendo una maniobra brusca , alo que sigo mi camino y mi niño me pido agua , entonces paro y le doy del bibe para beber , alo que me pongo a continuar la marcha y el menda me pega un pason pero casi corriendo rozandome .
entonces me dicho para entre mi "esta es la mia " yo que cuando voy con el coche me piko hasta con las bolsas de plastico ,vas a fliparr he dicho para entre mi , empiezo a darle caña al tema , y el tio dandole caña a tope y con la oreja puesta atras , total empieza a ver gente y empiezo a sortear como puedo , madres ,abuelos y demas gente , el al ver la situacion se cambia de acera la cual iva totalmente libre , yo empiezo a perder tiempo en eskivar ala gente . el tio empieza a mirarme desde en frente , y al ver la ventaja que me sacaba se reia en mi cara .
bueno pues llegamos a una plaza grande plaza españa (peluso la conocera)donde hay un edifico alto y puedes bordear por 2 lados , yo a toda hostia , y mis gemelos empiezan a resentirse y el niño pidiendome agua , "aguanta hijo que queda poco y luego papa te da agua" .
alo que vamos , veo que el bordea el edifio por un lado , alo cual yo entro ala plaza y lo bordeo por el otro lado , al ya no vernos , empiezo a correr alo que mis piernas pueden responder , al casi dar la vuelta ya disimulo y me pongo andar como si nada , entonces nos encontramos otra vez y ya le sacaba yo como 4 coches , empiezo a darle caña andando y me ganando metros ,"mierda " alo lejos veo que la avenida para cruzar el semaforo de peatones se pone rojo y no me da tiempo a pasar , y tampoco quiero jugarmela a pasar corriendo , lo cual freno y me quedo esperando , viene el tio hostiado y se pone a mi lado .
nos dirigimos unas miradas pero no decimos nada , y mirando el semaforo para salir lo antes posible , yo en esos momentos aprovecho para descansar mis gemelos los cuales ya acusan el esfuerzo y el ritmo que he llevado , se pone en verde y salimos el y yo a toda hostia , al ir en paralelo , venia gente cruzando de frente nuestra y el ha tenido que esquivar a viandantes y yo los he sorteado sin bajar mi velocidad , despues me desvio para la calle de la guarderia y el ha seguido de frente super hostiado "supongo que ala guarderia que hay mas arriba "
el niño no podia mas , tenia sed y aguantado como un campeon ,
al dejarle e irme para casa , me dolia todo , la respiracion un poco acentuada ,y yo solo despues del calenton me iva partiendo de risa , de la jilipollez que acabo de hacer .
mi mujer al contarselo , su respuesta a sido ," voy a tener que kitarte las llaves de cualkier vehiculo a motor ,porke con un simple carricoche la lias "
vuelvo a repetir que es totalmente veridirico , aunque pueda parecer algo irreal"
Al final la historia hace hasta gracia, pero si la piensas fríamente y buscas en la profundidad de sus palabras, te das cuenta de lo poco que llegan a madurar ciertas personas (y del daño que llega a hacer educar a las personas en la competitividad).
Lo mejor es lo del hijo muerto de sed, aguantando como un campeón porque a su padre se le ha ocurrido ponerse a hacer carreras con otro padre.
PD: Ya no digo que tenga que leer más libros para aprender un poco de ortografía... el corrector del Word hace milagros.
21 sept 2009
Periodo de adaptación ¿sí o no?

Hace una semana que los colegios y las guarderías (éstas antes) volvieron a abrir sus puertas a los niños y niñas. Muchos de estos niños ya habían ido años anteriores al colegio o a la guardería y muchos otros no lo habían hecho nunca.
Tanto si hablamos de guardería como si lo hacemos de escuela, hay centros que optan por realizar un periodo de adaptación (yo diría que la mayoría) y otros que no lo hacen. Muchos padres piensan que les va bien y otros piensan que no se consigue demasiado o que “oye, la vida es así”.
Hace escasos días hablaba con una compañera de trabajo de este tema, pues mi hijo el mayor empieza este mes el colegio y hará tres días de adaptación. A mí me parece necesario y lógico, sin embargo ella pensaba que lo único que se conseguía era que lloraran más días (algo así como alargar el sufrimiento por hacerlo poco a poco).
Desconozco qué experiencias tienen otros papás y otras mamás, pero en la escuela donde mi hijo está matriculado comentaron que el primer año no hicieron periodo de adaptación, que muchos niños estuvieron el primer día las ocho horas que se suman si se quedan en el comedor y que fue bastante duro para los niños y profesores.
Al año siguiente probaron a hacer la entrada de manera más paulatina y el resultado fue muy diferente.
¿Qué es el periodo de adaptación?
Son unos días (o un día, depende de cada colegio) en que los niños acuden menos horas, entran con los papás y las mamás, comparten un poco de tiempo con el resto de niños y con la profesora (o profesor) y se vuelven para casa.
Poco a poco se van quedando más tiempo solos (es decir, sin los papás) a medida que se distraen más y que todos se van conociendo.
Pero hay algunos que lloran igual ¿no?
Pues sí, claro, cada niño tiene un ritmo de adaptación diferente y hay algunos a los que les cuesta quedarse solos con personas a las que conocen desde hace pocos días.
Muchos no entienden qué hacen ahí ni saben si mamá o papá volverá una vez les dejan. Poco a poco, a medida que van cogiendo seguridad y que se van dando cuenta que mamá vuelve a buscarles y que les llena de besos al recogerles los llantos suelen ir remitiendo.
Ya, pero la vida es así... mejor que se vayan curtiendo ¿no?
Los niños pequeños son eso, niños pequeños. Seres en formación que no tienen todavía unas bases emocionales para digerir según qué sucesos. Permitir a un niño que lo pase mal “porque la vida es así” puede hacer que en vez de coger confianza y fuerza ante la vida coja temor y resentimiento.
Hay sucesos en la vida que no podemos controlar en los que los niños lo pasan mal, por supuesto. Esos son los momentos en que debemos estar cerca los papás y las mamás para ofrecer un hombro en el que llorar, un pañuelo en el que secarse o un oído para escuchar.
El resto de momentos debemos tratar de que los vivan de la misma manera que a nosotros nos gustaría vivirlos.
En este caso, si todos hacemos un periodo de adaptación en el trabajo, ¿por qué no pueden hacerlo ellos?
Pero yo no voy una hora a trabajar el primer día…
Claro, los adultos no tenemos dos ni tres años, tenemos muchos más y por tanto somos capaces de estar ocho horas en un sitio desconocido sin pasarlo realmente mal, sin embargo cuando entramos en un puesto de trabajo nuevo tenemos nuestro particular periodo de adaptación:
- Nos presentan a los compañeros con los que vamos a trabajar. A los niños también, pero ellos no tienen la capacidad de establecer relaciones de confianza que le aporten seguridad como los adultos, por eso necesita de una figura conocida (la mamá) hasta que es capaz de estar tranquilo con el resto de personas.
- Nos enseñan las instalaciones, los vestuarios, dónde puedes comer, etc. A los niños también, pero ellos necesitan un tiempo para descubrir ese nuevo mundo y, como toda novedad, es más fácil conocerla de la mano de alguien que nos aporte seguridad.
- Nos explican los horarios y el funcionamiento de la empresa. A los niños también, pero es más fácil cuando lo explica mamá y cuando poco a poco se van dando cuenta que volverá.
- Nos acompañan a nuestro puesto de trabajo y nos explican qué esperan de nosotros. A los niños, si no se les hace el periodo de adaptación, nadie de confianza les acompaña.
- Todos nuestros compañeros (normalmente) sonríen y nos dan la bienvenida. A los niños les sonríe la maestra, el resto de compañeros, así de inicio, no suelen estar muy por la labor.
- Estamos unos días con alguien de referencia que nos explica de manera personalizada cómo tenemos que hacer nuestro trabajo. A los niños que hacen periodo de adaptación les puede acompañar su padre o su madre. Los que no lo hacen no tienen a nadie que les aporte esa tranquilidad los primeros días.
- Incluso cuando pasan unos días podemos seguir preguntando a esa persona de referencia, que es la que nos da seguridad y confianza a la hora de hacer las cosas. Los niños en cambio dejarán de tener cerca a mamá o papá en cuanto el periodo de adaptación se acabe.
Creo que ninguna empresa de hoy en día (que se precie) evita hacer el periodo de adaptación con sus trabajadores, básicamente porque para un buen funcionamiento, ya que pese a estar en el siglo XXI aún no somos máquinas, seguimos necesitando tener la confianza y la seguridad de que lo que hacemos está bien hecho y disfrutamos más y vivimos mejor si todo ello sucede en un ambiente conocido, agradable y cordial.
Los niños, en su corta experiencia, necesitan tener la certeza de que allí estarán bien, que no les va a pasar nada y que papá (o mamá) volverá. Si estamos unos días con ellos y nos observan en su aula tranquilos, confiados, hablando con la profesora y permitiendo su interacción con otros niños estamos haciendo que el cambio sea más fácil.
Además hay algo que me gusta personalmente tener en cuenta. Hasta los seis años no es obligatorio que un niño vaya al colegio, así que si van antes es por decisión de los papás. Nosotros en cambio tenemos que trabajar para vivir.
La vida es dura, sí, pero ellos no tienen por qué pasar por ello a edades tan tempranas, porque como digo, hasta los seis años, nadie va a ir a buscarles a casa por no haber ido al colegio ni va a faltar la comida en la mesa.
Ya que la decisión de que vayan al colegio es nuestra, lo mínimo que podemos hacer es tratar de que sea lo menos traumática posible... digo yo.
Fotos: Flickr (Krheault), Flickr (chippenziedeutch)
Publicado originalmente en Bebés y más.
7 sept 2009
El amor y el materialismo

- Mamá, ¿tú me quieres?
- Claro que te quiero, hijo, mucho. ¿No ves qué habitación tienes? ¿No ves cuántos juguetes te he comprado?
- Ya mamá, tienes razón. Entonces, ¿por qué te enfadas cuando, pidiéndote que me des tu amor, te pido que me compres algo?
Los niños piden porque les enseñamos a pedir.
Si compramos el amor de nuestros hijos, si nos tranquiliza conseguir una sonrisa con un regalo a cambio de las horas que no hemos pasado con ellos, ellos se acostumbrarán a no estar con nosotros y a pedirnos los objetos que sacian, por un tiempo, su sensación de soledad.
Así, crecerán y se convertirán en lo que nosotros mismos somos: "Comprar y comprar diciendo que responde a una necesidad" (que diría Reincidentes).
2 ago 2009
Cosas que no entiendo: se tiene que acostumbrar

Hace tiempo que no me veis el pelo, ¿eh? Seré que estoy de vacaciones Santillana… Andamos por zona costera. Verano, padres, madres e hijos de vacaciones y la oportunidad de disfrutar todos juntos.
Todo felicidad, sin prisas, sin deberes, sin trabajo, sin obligaciones de trabajo…
Sin embargo “en ocasiones veo muertos” y gracias a la afición de Jon de pasear playa arriba y playa abajo tengo la oportunidad de presenciar diversas escenas en las relaciones padres-hijos.
Sé que os dejo con el intríngulis, pero ya las explicaré otro día, que hoy no me apetece. Hoy me voy a centrar en un “se tiene que acostumbrar” que he oído estos días.
Os pongo en situación: niño de pocos meses, madre y agua. Bañito relajante con el niño. Jiji, jaja, mira qué bien se lo pasa y ploff! La cabeza del niño se sumerge misteriosamente dentro del agua.
Bueno, misteriosamente no, su madre se la ha metido porque claro, se tiene que acostumbrar.
Esta escena la he visto este año y la vi también el año pasado con otra madre y otro bebé.
¿Qué sentido tiene sumerger la cabeza de un bebé bajo el agua? Lo cierto es que no lo sé, pero todavía lo entiendo menos cuando la razón es “que se tiene que acostumbrar”.
¿Quizá va a ser nadador profesional? ¿Escafandrista? ¿Le van a tomar el pelo todos sus amigos haciéndole ahogadillas?
Y aunque así fuere, ¿tiene que acostumbrarse cuando tiene meses de edad?
No sé, cada cuál que haga lo que quiera, claro, pero es que no puedo entender la actuación ni el objetivo...
Sobre este mismo tema recuerdo un comentario de Carlos González en una de sus charlas:
"Un amigo mío trabajaba en la Warner disfrazado de Piolín. Un día me contó que estando trabajando avistó a una niña pequeña con su familia y se decidió a darle una agradable sorpresa (¡qué mejor momento que ver a Piolín ante ti!). El caso es que el intento fue un fracaso y la niña se echó a llorar asustadísima.
Pedí perdón como pude detrás de ese gran disfraz y me giré para alejarme de ellos cuando una mano tiró de mi hombro con decisión.
Era la madre de la niña llorosa que no me dejó marchar: "¡No! Se tiene que acostumbrar".
¿Se tiene que acostumbrar? ¿Se tiene que acostumbrar a ver a un pollo amarillo de casi dos metros de alto?"
Las carcajadas en la charla fueron multitudinarias. Los padres (y madres) son capaces de hacer tonterías impresionantes para que sus hijos se acostumbren a vete a saber qué...
Y la verdad, no lo entiendo.
24 jun 2009
A mí también me pegaron (y no me ha pasado nada)
Antonio: Umm, pero ¿qué ha hecho?
Daniel: Pues nada, venga a tocarlo todo, yo diciéndole que lo dejara y mira, hasta que no le he pegado no lo ha entendido.
Antonio: Bueno, yo creo que ni cuando le has pegado lo ha entendido.
Daniel: ¿Qué dices? Pues claro que lo ha entendido. ¡Ha dejado de hacerlo!
Antonio: Claro que lo ha dejado, pero no porque lo haya entendido, sino porque le has pegado... Lo que ha entendido es que si hace algunas cosas que no te gustan, le pegarás. Eso no es entender que algo se puede o no se puede hacer, eso es entender que papá puede hacerle daño en algunas ocasiones y así aprenden incluso a temerte.
Daniel: Anda hombre! Si sólo le he dado en el culo... ¡ni que le hubiera dado una paliza!
Antonio: Bueno, le has hecho parar, así que algo habrá notado... a veces el problema es que acaban aprendiendo a hacer lo que quieren hacer cuando no estás delante. Incluso mienten si les preguntas para evitar el cachete... En definitiva, que aprenden a huir del cachete, pero no a comportarse bien.
Daniel: Tú no tienes hijos ¿no?
Antonio: Sí, tengo uno de dos años... creo que es como el tuyo.
Daniel: Sí, el mío tiene dos años, pero ya te digo, que si no lo hago así, no entiende nada.
Mira, más vale un cachete a tiempo, que no que luego se te suban a las barbas.
Además, a mí también me pegaron y ya ves, aquí estoy. No tengo ningún trauma.
Antonio: Hombre, tanto como decir que no te afectó... Por lo pronto te parece normal e incluso útil pegar a un niño de 2 años. A mí eso me parece suficiente como para decir que sí te influyó. Además, nadie dice que se vayan a traumatizar por pegarles... es una cuestión de autoestima y de respeto. No quieras para ellos lo que no quieras para ti. Cada vez que le pegas, te coge más miedo. Yo prefiero que mi hijo me respete porque vea que yo le respeto a él, pero no quiero que me tema, y el respeto se consigue, pero no se exige.
Seguro que sin los golpes que tus padres te dieron serías una persona diferente (mucho o poco) y con, seguramente, más autoestima y seguridad en ti mismo (mucha o poca)... ¿No crees?
Dedicado a Norm Lee y a su "Ser padres sin castigar", que se puede leer gratis aquí.
5 jun 2009
Cómo lavar a un bebé (si eres hombre)

Para todos aquellos papás que necesiten algunos consejos a la hora de verse en semejante fregao (nunca mejor dicho). Tiene algo de autobiográfico, cómo no...
El lavado del gato
Hasta que al bebé no se le cae el cordón hay muchos autores que recomiendan no bañarles. Hay otros, en cambio, que niegan que haya ninguna repercusión en el cordón por el hecho de bañarlos.
En los hospitales suelen recomendar, como mínimo para los días que estáis ahí, hacer un lavadito rápido con una esponja y agua caliente. Hoy quiero explicaros cómo se hace.
Es un proceso simple pero complicado a la vez.
Puede sonar machista (o feminista, nunca me aclaro), pero es simple cuando lo hace una mujer y complicado cuando lo hacemos nosotros.
No es una excusa, es que somos incapaces de hacerlo bien a la primera (y muchos ni a la segunda).
Normalmente una enfermera os explicará muy amablemente cómo debéis hacerlo y este es uno de los momentos para demostrar que “papá ha nacido para esto”.
Por qué digo que es complicado:
– Mira majo, preparas una cubeta con agua caliente, ni muy caliente ni muy fría.
– ¿Y eso como es, oiga? Porque muy caliente para mí es hirviendo y muy fría es helada.
- Bueno, que la notes agradable.
Claro, agradable, pero con el poco tacto que tenemos los hombres para esto de la temperatura, que ni siquiera sabemos cuándo está la ropa seca o húmeda, ¿cómo saberlo?
Mi consejo es tener un termómetro de agua (menudo consejo). Si no tienes uno la idea es que pongas el agua en la cubeta y vayas valorando la temperatura a medida que se llena, y cuando veas que está más o menos bien pruebes con la otra mano.
La primera lleva un rato tocando agua caliente y se ha adaptado a ella, pero la otra no, y hace las veces de contacto bebé seco – agua caliente.
– Ahora le vas quitando la ropita.
– Muy bien.
Y tú ahí deshaciendo lacitos y nudos, girando al bebé para un lado y el otro.
– Date prisa, majo, que se te va a enfriar el agua.
Y es que es verdad, qué manía tienen con que hagamos las cosas rápido, oye. Si lo hago rápido se quejan de que lo traqueteo, si lo hago despacio porque voy muy lento. ¿Es que no se dan cuenta de los nervios que pasa un padre en ese momento? Ahí, “to agarrotao…”, si es que ¡¡ni siquiera me han dejado entrenar!! De pequeño me echaban broncas por jugar con muñecas, ¿cómo voy a saber ahora hacer esto?
Bien, después de todo hemos conseguido desvestirlo. Ahora hay que mojarlo.
Metes la esponja, la escurres bien y al lío. Mójale un poquito todo, con la esponja el tórax, la barriguita, no te acerques mucho al cordón no la vayamos a liar, el pliegue del cuello, los pliegues de las ingles, las piernas, los pies, lo giras de ladito, la espalda, sus partes nobles, las no tan nobles (o sea, la vulva o el pene y el ano). Más o menos, tampoco busques sacar brillo, un poco de higiene y listo.
Para la cara puedes usar la punta de la toalla. La mojas un poco y le pasas por toda la carita y detrás de las orejas.
Sécale bien incluyendo los pliegues del cuello, de las ingles y todo aquel pliegue que veas (algunos bebés tienen unos cuantos).
Venga, todo rapidito que ya te ha dicho la enfermera que tiene que estar poco rato sin ropa porque cogen frío enseguida.
- Ya está.
- Muy bien majo, veo que esto no es lo tuyo… Venga, ahora ponle crema hidratante.
- ¿Qué? ¿Crema? Cariño, ¿donde está la crema?
Desde luego que poco autónomo eres papá, ya has tenido que pedirle ayuda a mamá.
Antes de hacer nada, piensa bien todos los pasos y qué vas a necesitar porque después de la crema viene el pañal (que tampoco tienes a mano), la gasita para secar el cordón (o la pauta de curas que sigan en el hospital), la ranita, la camiseta de batista (que no tiene nada que ver con Batistuta), el pijama y no, no tenías nada preparado y ni siquiera sabes donde anda.
Por lo tanto, resumiendo: todo bien preparado antes bañarle para que no perdamos tiempo buscando y el bebé tenga que esperarte tiritando de frío. Deja claro que haces las cosas despacio porque prefieres hacerlo así para no hacerle daño (mentira, que no sabes ir más rápido, pero más vale que piensen que eres sensible que no que eres torpe) y las cosas de una en una.
Que no te digan lo mal que lo haces aunque sea verdad. Estás aprendiendo y lo que necesitas es apoyo. Se agradece un “me encanta que bañes al bebé cariño, aunque creo que le pones mucha crema y quizá con menos sería suficiente”. Con esta frase tu pareja te ha dado ánimos para que sigas haciéndolo pues le gusta que lo hagas, te ha dicho lo que puedes mejorar y además te ha dicho cómo lo puedes mejorar.
¡¡Y solo te ha dicho una cosa!!
Probablemente hay más cosas que no haces bien, pero de una a una puedes ir mejorando y las demás quizá puedan esperar a mañana (sino tendrás que aprenderlas de dos en dos…).
Un consejo para acabar: evita la colonia Nenuco (o no), por alguna extraña razón, Nenuco, una colonia dirigida a los bebés se ha convertido en el aroma preferido para ponerle a los abuelillos. Se ha extendido tanto que, para algunas personas, el concepto de la colonia ha cambiado. En vez de pensar “este abuelillo huele a bebé” muchos pensamos “este bebé huele a abuelillo”.
17 may 2009
¿Dejarles que se estrellen o permitir que lo intenten?

Este es un tema que ha salido a menudo en conversaciones con compañeras de trabajo, amigos, conocidos, etc.
También lo he vivido en mis carnes como hijo y probablemente lo viviré como padre.
Por la naturaleza exploradora de los niños, por las capacidades de invención, por la ilusión de aprender y de iniciar nuevos proyectos llegan a veces momentos en que ves, como padre, que tus hijos van directos al fracaso.
“Se va a estrellar fijo” piensas y mientras tanto recuerdas el día que tú quisiste hacer lo mismo y que te estrellaste también o el día en que estabas decidida a intentarlo y te dijeron “te he dicho que no, lo hacemos por tu bien, un día lo entenderás” sintiéndote totalmente frustrada y enfadada.
Y aquí está el quid de la cuestión. ¿Intervenir o no? ¿Dejar que lo intenten o negarles esa posibilidad a sabiendas que saldrá mal?
La última vez que mantuvimos este debate, sin hacer estadísticas, había más o menos un triple empate entre el “yo le dejaría que lo intentara”, “yo evitaría que lo intentara” y el “no sabe / no contesta”.
Bien, sé que es una decisión difícil y sé que sobretodo hay que ver el carácter y la personalidad del niño en cuestión, pero me veo capaz (valiente que soy) de realizar una generalización o como mucho de decir qué pienso del tema.
“Quien no arriesga no gana” o “Al que teme la muerte la miel le sabe a hiel” son dos proverbios que resumen mi opinión al respecto.
Yo sé quién soy yo (o eso creo) y sé dónde puedo arriesgarme y dónde no, sé dónde siento miedo y dónde me siento seguro y sé hasta dónde quiero llegar y dónde prefiero parar, pero yo no soy mi hijo, yo no sé hasta dónde quiere llegar, ni dónde está su nivel de seguridad o hasta dónde se atreve a la hora de emprender nuevos proyectos o aventuras.
Con esto quiero decir que yo pude vivir una mala experiencia con algo que quise intentar y no conseguí, y que mi hijo quizá lo consiga.
Quiero decir que puede que se dé el mismo batacazo que me llevé yo, y quizá él tenga la capacidad de volverse a levantar e intentarlo de nuevo ahí donde yo tiré la toalla.
Quizás yo viví una mala experiencia que no quisiera jamás volver a repetir y ante un revés igual, mi hijo sea capaz de extraer diferentes conclusiones o transformar una mala experiencia en un aprendizaje positivo.
Los niños, como personas que son, tienen una vida que vivir y unas decisiones que tomar. Si nosotros las tomamos por ellos, jamás serán autónomos, jamás habrán aprendido a escoger.
No quiero decir con esto que los niños tienen que hacer lo que les de la gana en cualquier circunstancia. En toda casa hay unas normas establecidas y unos valores que deben ser respetados, pero los padres podemos tener la manga un poco ancha en cuanto a las elecciones de la vida porque de esta manera crecerán a partir de la responsabilidad sobre sus actos y no a partir de las limitaciones que les impongamos.
En otras palabras, creo que vale más que ellos vayan un paso por delante si así lo han decidido para que yerren y aprendan de sus errores que no que caminen un paso detrás nuestro y seamos nosotros los que marquemos su destino.
16 may 2009
Qué no haríamos por nuestros hijos

Esta maravillosa fotografía titulada “Mis padres ya no saben dividir” se acompaña de este texto que la explica:
Mis padres ya no saben dividir
Estamos felices
mi hermano y yo.
Esta noche hay un festín
de doce piezas para cuatro.
Pero mis padres
ya no saben dividir.
Será la edad.
O el amor.
Preciosa por su significado. ¿Qué no haríamos por nuestros hijos, que a la hora de repartir la comida somos capaces de pasar hambre para que nuestros hijos coman?
Foto y texto: Antonio Mas
14 may 2009
Cuando se espera vida... y no llega

A raíz del post de ayer, Claudia me dejó un mensaje hablando de Uma.manita, una página de apoyo para los padres que sufren la pérdida del bebé que esperaban.
Es un momento triste, desolador... tanto que algo en mí me pide que dedique mi mente a otra cosa, que no lo imagine, que no me ponga en su piel, que no me va a gustar...
Os pongo el mensaje del blog de Claudia, que seguro lo expresa mejor que yo:
Nadie está preparado para la muerte de un hijo. Perderlo es, seguramente, uno de los dolores más grandes que existen.
Perder un hijo que aún no ha nacido es también una experiencia desoladora y terrible. La ilusión en esos meses de espera, soñar con él e imaginar mil caras, mil nombres para ese bebé que anhelamos y luego no mecerle, llegar a casa sin él, es devastador.
Poco importan las razones; cuando se espera vida y ésta no llega, cuando la espera tiene un final triste en vez de uno feliz, no existe consuelo. Parir a un hijo al que sólo tendrás en tus brazos un momento tiene que ser casi como que te arranquen el corazón. En algunos hospitales ni siquiera dejan que la madre vea al niño.
Actualmente no existen (o si los hay, están incompletos y son poco empáticos) protocolos específicos para las mamás que se encuentran en un proceso de abortar o parir un niño que no está vivo. Todo es ambiguo y poco personalizado. He tenido que escuchar muchas veces –tragándome las lágrimas- el dolor de mujeres que han pasado por este terrible momento al lado de otras que están en un trabajo de parto feliz. A la pena de estas mujeres se suma la alegría de otras. Algo inhumano e injusto.
Muerte perinatal o neonatal... parece tan complicado... tiene un nombre poco compasivo. Como si esos bebés no tuvieran derecho a un nombre y a ser parte de una familia. De hecho, la ley no contempla todavía estos casos; no se puede inscribir al hijo no nacido en la libreta de familia y el único soporte legal para esa inscripción es, de momento, la Reforma Amanda, una proposición no de ley, impulsada por unos papás que perdieron a su hijita.
Existen pocos recursos sobre este tema. Es una cuestión delicada en la que nadie quiere ser “sujeto activo” y que todavía resulta tabú en cualquier conversación. Nadie quiere imaginar jamás que algo tan triste nos suceda algún día y no sabemos cómo enfrentar a la amiga, la vecina, la conocida que cruzamos por la calle sin embarazo y sin niño.
Uno de esos recursos es Uma manita, una página web desde la que se brinda apoyo a los papás que han sufrido esta pérdida y que está coordinada por una pareja que la ha vivido. Les dedico este espacio dándoles las gracias por hacer de su tristeza un instrumento de soporte y acompañamiento a otras familias e intentar cambiar con su trabajo desinteresado esos protocolos inhumanos; empujar leyes más solidarias y sensibilizar a la sociedad sobre un tema del que sabemos poco y al que, con toda razón, le tememos.
Fuente: Papá conejo - Mamá piojo
5 may 2009
El secreto de ser padre

La siguiente historia la explicó una mamá en un foro hace unos días (lo explico de memoria):
“Hace unos días nació mi hija. Fue mediante cesárea y ello hizo que estuviéramos separadas algo más de una hora. Durante ese tiempo estuvo todo el rato en los brazos de papá, que me la entregó cuando llegué.
Entró la comadrona y me dijo:
- ¿Cómo estás?
- Bien – le dije, intentando que pareciera que tenía controlada la situación (la procesión iba por dentro).
- De acuerdo, pues ahora tu pequeña estará contigo – me abrió la camisa dejándome el pecho descubierto, me la puso en contacto piel con piel y me dijo: ahora seguramente llorará un ratito. Es normal, te va a contar lo que le ha pasado.”
Esta preciosa historia me conmovió por dos cosas. Primero por la dulzura de la comadrona y segundo por ponerle nombre a las emociones y al llanto de una niña recién nacida.
Parece mentira pero es cierto, los niños recién nacidos sienten, sufren, se estresan, es entristecen, se… es decir, tienen sentimientos. La diferencia obvia con nosotros es que no los entienden, no los saben expresar ni saben qué hacer con sus malestares.
El momento de nacer es muy traumático para los bebés. Pasan de un estado de oscuridad, de ruidos amortiguados, de temperatura perfecta, de mecimiento continuo a un entorno frío, altamente iluminado, de excesivos ruidos y de muchos cambios.
Todos sabemos y muchos sufrimos ansiedad ante determinados cambios (una mudanza, un cambio de trabajo, una ruptura,…), pues bien, nacer es un CAMBIO, así, con mayúsculas y con negrita. Es un cambio de trabajo, de vivienda, de país y de vida, todo junto y en una persona a la que ni siquiera han avisado ni entiende de qué va.
Hay niños que lloran durante varios días a la misma hora en que nacieron. Quizás sea casualidad. Yo prefiero pensar que de verdad han sufrido una experiencia que les atormenta y de esta manera puedo acercarme emocionalmente a ellos y entender su aflicción y muchos de sus llantos.
Me molesta en sobremanera cuando ante un bebé llorando gran cantidad de comentarios adultos se dirigen hacia dos únicas direcciones: el marraneo o la tomadura de pelo.
Los adultos necesitamos cariño, necesitamos seguridad emocional (que conseguimos con un vínculo formal llamado matrimonio o pareja) y solicitamos apoyo en momentos de inquietud, ansiedad o necesidad. Muchas veces ni siquiera pedimos una solución sino que nos contentamos con un hombro en el que apoyarnos o con alguien que sepa escuchar y nos entienda. Y cuando buscamos ese cariño, ese apoyo y esa seguridad emocional, no estamos tomando el pelo, ni siquiera estamos marraneando. De hecho, estos son los momentos en que más sinceros somos, pues pedimos las cosas desde el corazón.
Bien, pues este es el secreto. El secreto de la paternidad es la empatía, la capacidad de ponernos en el lugar de otras personas para entenderles y si es tu hijo, además, intentar sentir lo que siente.
Para vivir una paternidad consciente, para poder actuar de corazón, para poder hacer caso a tus verdaderos instintos debes ponerte a su nivel. Tú eres el adulto y tú eres el que tiene capacidad racional y experiencia en la vida. Tú debes adaptarte a él y no al revés.
El bebé acaba de llegar. No entiende nada y parece que todo le molesta. En vez de quedarte en el “mira, que listo, sólo quiere brazos”, ¿no sería mejor que intentaras llegar más allá y te preguntaras “por qué sólo quiere brazos” y te pusieras en su lugar? Si acabaras de nacer y sólo tuvieras a tus padres, ¿no querrías estar con ellos a todas horas?
Qué podemos hacer los papás ante el Baby Blues

Sé que suena a canción para bebés, pero no, el Baby blues es una manera elegante de llamar a los cambios de humor que sufren muchas madres en los días siguientes al parto.
La causa es el continuo baile de hormonas que acaba afectando a su química cerebral y que puede hacer que te conviertas en el blanco de muchos enfados.
Tan probable es que se enfade contigo porque le has apretado demasiado el pañal al bebé y te diga que no lo hagas nunca más como que un rato después se queje porque no se lo cambias y no le ayudas.
Y tú mi querido papá sufres esos cambios de humor y piensas (o le dices) que “a ver si te aclaras”, iniciando a veces una discusión que podría evitarse.
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18 abr 2009
Muchos niños se aburren en vacaciones

Recién pasadas las vacaciones de Semana Santa vengo a comentar una situación que se da a menudo: muchos niños se quejan porque en vacacionesse se aburren. Al parecer no todo es diversión y se ha comprobado que muchos niños echan de menos las clases y a sus compañeros.
Al llegar las vacaciones (y con las de verano pasa igual), los niños dejan de lado sus apretadas agendas y cuentan con una gran cantidad de tiempo libre que muchos no saben cómo llenar.
Muchos padres siguen trabajando, los que se quedan en casa con los niños se quedan pronto sin ideas y la consecuencia es que los niños acaban aburriéndose.
El problema es de los padres, pero lo es también de los niños. Es muy difícil llenar los días de los pequeños con actividades y juegos que les gusten y es fácil llegar al punto de “no sé qué más podemos hacer”.
Por una parte digo que el problema es de los niños porque los padres deben llenar el tiempo de los hijos, cuando lo normal sería que la mayor parte del tiempo libre lo gestionaran ellos mismos.
Son ellos los que tendrían que inventar juegos y situaciones y pasar el tiempo libre desarrollando su creatividad y su imaginación sin la necesidad de que el juego fuera dirigido.
Por otra parte digo que el problema es también de los padres porque esta situación, en que los niños se aburren porque no saben a qué jugar, viene dada por el exceso de control de los horarios de los pequeños por parte de la sociedad y de los padres y por el nivel de dependencia que acaban adquiriendo los niños, que se acostumbran a hacer lo que se espera de ellos y lo que se ha planeado para ellos.
Y el aburrimiento, ¿es bueno o es malo?
Lo mejor es que no se aburran demasiado, pero el tiempo libre es oro y los niños deben aprender a valorarlo.
Lo ideal es no llenar las agendas de las vacaciones de los niños de actividades y juegos y dejarles tiempo para “no hacer nada”. Como mucho, si realmente no sale de ellos ningún juego, iniciar algunas actividades para que ellos las continúen y estar a su lado para jugar con ellos permitiendo que cambien las reglas o el juego si así lo desean.
¿No hacer nada?
Suena raro, pero pensad por un momento a cuántos nos cuenta “no hacer nada”. Vivimos cegados por las actividades, por las obligaciones, por nuestras responsabilidades. ¿Qué pasaría si alguien nos dijera “ahora no hagas nada”? Probablemente no sabríamos.
En un momento social en que no hacer nada está mal visto (los que no hacen nada son unos vagos, ¿no?) debemos ofrecer a los niños momentos de “no hacer nada” para que piensen en ellos mismos, se conozcan un poco más y para que del “no hacer nada” salgan aquellas cosas que les interesen.
En otras palabras: es bueno que se aburran un poco para que ellos mismos desarrollen la creatividad y busquen juegos que les gusten y estimulen.
Si se aburren demasiado y no saben llenar su tiempo libre, probablemente dependen de los padres más de lo que deberían.
Fuente: Telecinco
Publicado originalmente en Bebés y más.
13 abr 2009
Esa es mi mamá

De vez en cuando, entre los cientos de e-mails que circulan por la red, llega una pequeña perla que te hace detenerte a leerlo y sonreír.
Hace unos días me enviaron uno que quiero compartir, pues aunque soy padre, reconozco a mi mujer en estas palabras (no en todas...). Se trata de una descripción minuciosa de un niño o niña que le explica a alguien, para que la reconozca, que "esa es mi mamá".
- Mamá es esa señora con bigote y trencitas en los pelos de las piernas que jura que en cuanto tenga un huequito, sólo uno, se depila.
- Mamá es esa señora que lleva en el bolso un pañuelo con mis mocos, un paquete de toallitas, un chupete y un pañal de emergencia.
- Mamá es ese cohete tan rápido que va por casa disparado y que está en todas partes al mismo tiempo.
- Mamá es esa malabarista que pone lavadoras con el abrigo puesto mientras le abre la puerta al gato con la otra, sosteniendo el correo con la barbilla y apartándome del cubo de basura con el pie.
- Mamá es esa maga que puede hacer desaparecer lágrimas con un beso.
- Mamá es esa forzuda capaz de coger en un solo brazo mis 15 kilos mientras con el otro entra el carro lleno de compra.
- Mamá es esa campeona de atletismo capaz de llegar en décimas de segundo de 0 a 100 para evitar que me descuerne por las escaleras.
- Mamá es esa heroína que vence siempre a mis pesadillas con una caricia.
- Mamá es esa señora con el pelo de dos colores, que dice que en cuanto tenga otro huequito, sólo otro, va a la pelu.
- Mamá es ese cuentacuentos que lee e inventa las historias más divertidas sólo para mí.
- Mamá es esa cheff que es capaz de hacerme una cena riquísima con dos tonterías que quedaban en la nevera porque se le olvidó comprar, aunque se quede ella sin cena.
- Mamá es ese médico que sabe con sólo mirarme si tengo fiebre, cuánta, y lo que tiene que hacer.
- Mamá es esa economista capaz de ponerse la ropa de hace cientos de años para que yo vaya bien guapo.
- Mamá es esa cantante que todas las noches canta la canción más dulce mientras me acuna un ratito.
- Mamá es esa payasa que hace que me tronche de risa con solo mover la cara.
- Mamá es esa sonámbula que puede levantarse dormida a las 4 de la mañana, mirar si me he hecho pis, cambiarme el pañal, darme jarabe para la tos, un poco de agua, ponerme el chupete, todo a oscuras y sin despertarse. ¿La ves? Es aquella, la más guapa, la que sonríe.
Al ser un e-mail en cadena desconozco al autor o autora (tampoco lo he encontrado vía Google) así que lo más que puedo hacer es dar las gracias a quien lo escribiera.
Foto: Flickr (Giorgio Montersino)
Escrito originalmente para Bebés y más.
7 abr 2009
Futuro papá, tu mujer embarazada no será como imaginas

Hace tiempo que observo catálogos y fotos en revistas de madres embarazadas y quiero entrar en este tema que me parece interesante para los papás, para que vayan haciéndose a la idea de que su mujer embarazada no será como la de la foto.
Está claro que el ideal de belleza que nos venden es el de una mujer alta, delgada, joven, sin arrugas, con un pelo brillante, sedoso y ondeando al viento, con una mirada que demuestra ser una mujer de los pies a la cabeza con las cosas bien claras y las ideas en su sitio.
Esto está aceptado ya como parte de nuestra sociedad. El problema es que este ideal se extiende al mundo de las embarazadas, con imágenes de mamás tan fashion como ésta (que dudo que esté embarazada), con unos tobillos de los más delgados y unos tacones de vértigo, y los padres y las madres acaban creyéndose que durante el embarazo una está tan estupenda como la chica de la foto.
La realidad es que muchas mujeres sufren diversos síntomas al quedarse embarazadas, tales como cambios de humor, náuseas y vómitos, mareos, cansancio y sueño, cambio del gusto y el olfato que hace que muchos alimentos provoquen más náuseas, aumento de la frecuencia de visitas al WC, etc.
En pocas palabras, como marido de una mujer que se pasó cuatro meses de su segundo embarazo mareándose día sí y día también, siento que este tipo de imágenes busca mostrar una realidad que no existe y lleva a las mujeres a creer que tienen que estar así (de preciosas) todo el día, con su vida y su casa en orden y desoyendo los mensajes que llegan de su cuerpo.
De rebote los hombres acabamos creyendo (ya, confieso, no somos muy listos…) que lo normal es que nuestras mujeres estén así de bien, con la única diferencia de la barriguita que crece.
Pues sintiéndolo mucho, querido papá o futuro papá, lo más probable es que se encuentre mal, despeinada, desarreglada, mareada y sin ganas de hacer las cosas de la casa ni de ir a cenar a casa de esos amigos que os han invitado.
Y esto que parece tan negativo es de hecho una recomendación para todos los futuros papás: si se encuentra así, permítele que no haga nada, que no se arregle y que esté fea (pero no se lo digas).
Es más, convéncele para que escuche a su cuerpo y conecte con sus necesidades. Si está mareada, su cuerpo le está diciendo que pare, si está cansada, o tiene sueño, su cuerpo le está pidiendo que duerma, si ahora no puede ni oler según qué alimento su cuerpo le está diciendo que no debe comerlo.
Que yo sepa, ningún síntoma del embarazo le dice a una mujer que deba ir con tacones, a la última moda y recién peinada de la peluquería (aunque si quiere hacerlo, papá, no se lo niegues.
Publicado originalmente enBebés y más.