"En mi casa he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir. El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta".Pablo Neruda (1904-1973).
Argg!!!! Es tan cierto que leerlo me araña la mente, me desgarra el alma y me
hace hervir de odio hacia mí mismo.En mi fuero interno me doy cuenta que me cuesta jugar, me cuesta tumbarme a su lado porque si y permanecer jugando con Jon, me cuesta...
Cuando él está tranquilo en su habitación pienso:
"aprovecho que está tranquilo para..." cuando debería decir:
"voy con él, ahora que está tranquilo".Sé que no me necesita. Puede estar tanto tiempo solo que a veces hasta me apena y voy con él. Juego un rato pero me canso, me aburro, me siento vacío. ¿Será que no queda nada del niño que fui?
Los adultos,
estamos siempre tan ocupados que damos asco!!
Tantos años de lucha de la sociedad para que creciera (yo), para que madurara, para que me hiciera un adulto responsable y competente, tantos años de hacerme sentir uno más del rebaño y para nada especial... Tantos años para darte cuenta, cuando tienes hijos, que te han pasado de rosca, que has olvidado la esencia, lo que nos une entre nosotros, los valores, el juego, el compartir, la niñez, la relación...
Porque los humanos somos eso, relación. Crecemos con ella (Tarzán creció sin ella y mira cómo le fue) y vivimos necesitándola. Necesitamos relacionarnos continuamente con los demás, pero...
De lo que necesitamos a lo que recibimos hay un trecho.
La competitividad, el capitalismo, el egoísmo, la búsqueda de un beneficio constante ha hecho que las personas nos relacionemos, pero mal. No sabemos. Hemos pasado de ser sujetos a ser objetos.
Los objetos se utilizan, se manipulan, se tiran cuando no sirven o se guardan en la caja "de nunca jamás". Los objetos se compran, se venden, se rompen y se arreglan. Hoy tienen un valor y mañana a no.
Somos objetos.
Me vendo. Valgo lo que ves y mi trabajo vale tanto. Me compran.
A mí me pagan más, yo soy un objeto más valioso que tú.
A mí me pagan menos, tú vales más que yo.
Así somos, así funcionamos, dejando colgada la dignidad, lo que nos hace personas, en la puerta, al salir de casa. Qué importa qué me digan o hagan. Soy un objeto, lo que importa al fin y al cabo es que me paguen, si es a costa de sentirme vacío y de ir contra mis ideas, da igual.
¿Da igual? ¿Esto es vivir? ¿Esto es ser persona?
"Por el interés te quiero Andrés", "no te fies de nadie", "mira lo que me ha dicho esa"...
No sabemos escuchar, no sabemos guardar secretos, no sabemos contar, no sabemos relacionarnos.
No tenemos confidencias, porque no nos fiamos de nadie.
No podemos ir con el corazón en la mano porque nos hacen daño.
"No me quiero volver a enamorar, por si me dejan"...
En todo este aprendizaje vital, y para que no nos hagan daño nos hemos hecho personas individualistas. Individuos. Individuales. Cómodos sólo con nosotros mismos y nuestro silencio.
En nuestra soledad y nuestra falta de relación nos sentimos cómodos y confiados, pero tristes y desdichados. Sin relación no hay vida. Nos cerramos en nosotros mismos, nos acorazamos para sobrevivir y, tratando de sobrevivir, morimos.
Vivimos sin vivir...
Es lo que nos han enseñado, es lo que hemos mamado de la sociedad, es lo que nos piden que hagamos con nuestros hijos, que se sientan desdichados, que no tengan conciencia, que no sepan relacionarse, que sean seres maleables e indefensos y que no se unan por un bien común.
Así se controla a una sociedad: Divide y vencerás.
Y hemos picado como hijos y estamos picando como padres. Yo he picado en cierto modo.
Estamos tan vacíos que necesitamos bienes externos. Estamos tan vacíos que cuando nuestros hijos nos reclaman, tenemos poco que darles, porque
sentimos que todavía tenemos que acabar de llenarnos.
En vez de ofrecerles lo que nos piden (calor humano, cariño,
TIEMPO) dedicamos nuestro esfuerzos en controlar sus vidas. En vez de enseñarles, les limitamos. En vez de acompañarles en la libertad les dejamos sueltos en una jaula con dos o tres puertas que dan a nuevas jaulas.
"No puedo estar contigo porque tengo cosas que hacer" significa que no puedo darte mi presencia porque tengo que satisfacerme a mí mismo primero.
Quizás un día, cuando me sienta lleno, pierda el egoísmo que me invade y deje atrás mi propia inutilidad y la poca capacidad que tengo para relacionarme con los demás (me tranquiliza al menos saber que no estoy solo, todos somos iguales) y para tratarte como mereces pueda empezar a darte y llenarte.
Ese día veré que has crecido y que todo lo que tengo para darte no te interesa. Buscarás satisfacer tus necesidades en otro sitio, en otra parte, con otra gente. Habrás aprendido que el amor no se crea de la nada y que el espacio que tenías en tu mochila para mi amor, que nunca se llenó de amor está vacío.
Me daré cuenta
que no habré sido un buen padre para ti y en mi afán por evitar que le pase a nadie más le diré a mis amigos padres novatos que aprovechen, que "los niños crecen muy deprisa, tanto que no te das cuenta" y sonreirán agradeciendo el consejo desde la ignorancia de un ser vacío como lo fuera yo.
Lo sentiré por sus hijos, pues el ciclo "padre vacío de contacto y calor no llena la mochila de sus hijos" se repetirá.
Lo sentiré por mis hijos, pues yo no les habré llenado y el ciclo continuará, probablemente, con sus hijos.
Así funciona el mundo, seres imperfectos engendran seres perfectos y los hacen imperfectos para que el sistema no se derrumbe.
Mientras tanto seres imperfectos en su totalidad y faltos de valores engrosan sus cuentas bancarias riéndose de nuestras imperfecciones.
No quiero, no me da la gana.
Estoy vacío. De acuerdo. Lo sé. Lo asumo.
Necesito buscar el sentido de la vida. El sentido de mi vida.
¿Cómo voy a dar sentido a vuestras vidas, hijos míos, si aún ando buscando el mío?
Todos somos así. Los problemas de hoy en día derivan de esas carencias. El que no tiene un motivo por el cual vivir, vive, y ya está, simplemente vive y hace lo que le han enseñado a hacer o lo que ve que hacen los demás, seguir la inercia.
El que no tiene un motivo por el cual vivir se deja llevar por la corriente e intenta, únicamente, sobrevivir.
Intentaré encontrar el sentido de mi vida lo antes posible, Jon y Aran, intentaré estar ahí. De verdad.
Intentaré acabar de hacerme como persona para acabar de llenarme de valores.
Sólo así os enseñaré a vivir, porque las ideas se explican, pero los valores se enseñan.